Felipe VI se estrena con el tradicional
discurso navideño, un discurso pleno de aciertos en el fondo y en la forma, al
extremo de que así lo reconocen hasta quienes son propensos a buscar cualquier
tipo de excusa para criticar algún que otro detalle del mismo. Basado en los
tres problemas que más preocupan a la sociedad española, el paro, la corrupción
y el separatismo, el Rey expone de forma exquisita, sin herir ningún tipo de
sensibilidad pero con toda energía, lo que a su juicio debiera hacerse ya que
él, como es sabido, carece de cualquier tipo de capacidad ejecutiva,
legislativa o judicial. Así, denuncia la corrupción, defiende el Estado de
Bienestar y la unidad de todos los españoles de forma contundente. Apelando a
que “debemos cortar la corrupción de raíz y sin contemplaciones y regenerar
nuestra vida pública”, a que “la economía esté al servicio de las personas” y a
que “millones de españoles llevamos a Cataluña en el corazón”, resume con tres
frases lapidarias los objetivos que debieran ser prioritarios en el quehacer político
de quienes tienen realmente la posibilidad de cambiar el rumbo del país. Un
breve, pero indiscutible, catálogo de prioridades políticas para nuestros
gobernantes. Y, rematando con que “un cargo público no puede ser un medio para
enriquecerse”, con que la “gran mayoría de los servidores públicos” son
honrados y con que “los responsables de conductas irregulares ya están
respondiendo de ellas” en los tribunales, hace un canto a la esperanza frente al
catastrofismo o pesimismo que, lamentablemente, se ha instalado en nuestra
sociedad y que ... (sigue leyendo en Blog
Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/, o Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario