La corrupción en España es un círculo
vicioso, nunca mejor dicho, muy difícil de romper. Y el mejor ejemplo es el
último debate al respecto en el Congreso de los Diputados. Una nueva ocasión
perdida, la enésima, para romperlo de una vez por todas. A la gran mayoría de
portavoces de los distintos grupos parlamentarios de la Cámara no debiera
dolerle prendas en reconocer, aceptar y admitir, como hizo en este caso el
Presidente del Gobierno, “problemas serios” en asuntos de corrupción ya que es
público y notorio. Todo el mundo ya ha perdido hasta la cuenta de los múltiples
casos de corrupción que se reparten entre unos y otros, que unos y otros
utilizan como armas arrojadizas para menoscabar al contrario, olvidando y
ocultando los casos propios. Es la indecente e hipócrita estrategia coyuntural
para que las cosas sigan como están, cuando la ciudadanía ya no tiene más
tragaderas y sólo espera y desea que, de una vez por todas, todos,
absolutamente todos, busquen la fórmula adecuada para acabar definitivamente
con tan intolerable situación. Pero, aunque todos lo esperaban, no fue así.
Unas setenta medidas anti-corrupción propuestas por el Gobierno, ni siquiera
fueron tomadas en cuenta como algo positivo o negativo por parte de casi toda
la oposición, rechazándolas con el desvergonzado e incoherente argumento de que
el Presidente Rajoy carece de credibilidad para liderar la regeneración, y
olvidando que, si de credibilidad se tratara, todos prácticamente deberían
hacer las maletas y marcharse a casa, tal como manifiestan las encuestas. En
definitiva, el círculo vicioso de la corrupción sigue indemne: como todos los
partidos carecen de credibilidad, como todos tienen ... (sigue leyendo en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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