Al estilo
de Artur Mas, con sólo siete meses de polémica gestión, Tsipras, el populista
Primer Ministro griego, dimite y, probablemente, provoca la convocatoria de
nuevas elecciones anticipadas, tras reconocer que “no logramos todo lo que
prometimos al pueblo”, aunque lo más acertado sería decir que no lograron nada
de lo que le prometieron, una entelequia demagógica inviable, para acabar
haciendo precisamente todo lo contrario tras varios meses de intentar imponer
su locura populista y llevar a Grecia desde la crisis a la ruina más absoluta.
En todo caso, Grecia inicia ahora una nueva andadura con el tercer rescate y
este barniz de realismo de Tsipras, quien anuncia que se presentará a las
elecciones de nuevo para que los griegos decidan “quien debe negociar” con
Europa “a partir de ahora” en un claro desafío a los díscolos de su propio
partido que se negaron a respaldar el tercer rescate, mucho más duro que el que
antes el propio Tsipras había instado a rechazar en referéndum para claudicar
después y actuar contra lo que el pueblo griego a instancias suyas había
decidido. Así, con la dimisión, Tsipras mata dos pájaros de un tiro; de una
parte, una vez consolidado el rescate, pretende liderar su gestión viable como
Primer Ministro ya que los partidos tradicionales tienen pocas posibilidades de
ganar las elecciones por el desprestigio acumulado; y, de otra parte, pretende
hacerlo presidiendo un gobierno fuerte, incuestionado por su propio partido,
mediante el lógico reforzamiento de su liderazgo interno frente a los
disidentes que quedarán relegados como reliquias de la inviabilidad política
gubernamental. Tsipras, de forma astuta, dimite y no tiene reparos en reconocer
de algún modo el fracaso del populismo griego e incluso europeo ante la rebelión
interna de su propio partido e incluso se permite sentirse “orgulloso” de las... (sigue leyendo en
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