Con una
Francia en máxima alerta tras el último ataque yihadista frustrado, estimándose
que hay más de 500 radicales que podrían actuar en el país; con una cuestionada
seguridad en los trenes europeos puesta en evidencia por el citado atentado
terrorista; con una España amenazada por los yihadistas con la excusa, aunque
no la necesitan, de “la presión policial a los musulmanes” (“el hijo de Al-Andalus”
del Estado Islámico llama a atentar contra Guardia Civil y Policía Nacional,
retuiteándose la amenaza, originaria de Argelia, por miles de páginas de
islamistas radicales), mientras los enviados a Siria e Irak incitan a su
entorno para atentar en nuestro territorio; con los gobiernos europeos y el de
la propia UE desbordados por la masiva inmigración; con Italia, Grecia y España
saturadas de presión inmigratoria… con este siniestro panorama, Mohamed El
Khazzani, padre del agresor del tren Ánsterdan-París, justifica de alguna
manera la acción de su vástago diciendo que “mi hijo sólo es culpable de
terrorismo por pan, no tenía para comer”, declaración que, desde un punto de
vista paterno-filial puede tener cierta comprensión sentimental, pero que,
desde cualquier otro punto de vista es intolerable. El citado padre niega que
su hijo sea un extremista, asegurando que “no sería capaz de hacer algo así” y
se pregunta “¿por qué iba a querer matar a alguien?, asegurando que “fue a
Francia a vender tarjetas para los móviles”. Sin embargo es obvio que sí era
capaz de semejante monstruosidad y, como su padre, los demás nos preguntamos
¿por qué? Y, sobre todo, cómo podemos acabar con semejante lacra. Entretanto,
quienes, huyendo de la violencia y el hambre, se agolpan en la frontera de
Macedonia con Grecia, manifiestan “aquí somos un rebaño que quieren quitarse de
encima” y como los miles y miles de inmigrantes, que incluso se dejan la vida
en la travesía marítima hacia otras fronteras europeas en busca precisamente de
“pan”, no entenderían ese “terrorismo por pan” de Mohamed, argumento peligroso
relacionar terrorismo con inmigración, ya que son dos problemas que nada tienen
que ver, aunque la miseria suponga un caldo de cultivo de reclutamiento
terrorista. Siendo comprensibles ciertos delitos, como el hurto o el robo, en
situaciones de hambre y miseria, comprender el “terrorismo por pan” es simplemente... (sigue leyendo en
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