“Grecia capitula”, “crisis
política en Grecia”, “Europa rescata a Grecia”, “el abismo de Tsipras”… son
algunos de los titulares con los que en portada recogen los principales periódicos
el acuerdo al que finalmente ha llegado Grecia con la Unión Europea. Atrás
quedan las chulerías del gobierno griego, sus irresponsabilidades, el inútil
referéndum, las amenazas y el órdago fallido a la UE que, como era previsible,
ha puesto encima de la mesa un paquete de medidas, aceptado por Tsipras, con
muchas más condiciones y mucho más severo que el rechazado por el pueblo griego
a instancias del mismísimo Tsipras. Por tanto, cada uno de los citados
titulares, recoge, con mayor o menor énfasis, alguna de las consecuencias derivadas
del rotundo fracaso del gobierno de Syriza, cuyo líder afronta ahora la
oposición de un sector importante del propio partido y la frustración de todo
un pueblo, el griego, que se siente vilmente engañado por el Gobierno que
dirige. Las concesiones de Tsipras a Europa, consideradas por él como perversas
e inaceptables para los griegos, hunden en el abismo su estrategia política con
una capitulación contundente que, vista su trayectoria como gobernante, debiera
ir acompañada de una dimisión inmediata y la convocatoria de nuevas elecciones
generales. No en vano, el rescate supone la aceptación del citado duro paquete
de medidas que incumple, una tras otra, todas sus promesas electorales, incluso
aquellas edulcoradas tras convertirse en presidente de gobierno. En cuanto a la
soberanía se refiere, Grecia habrá de pedir autorización a los acreedores para
poder cambiar sus leyes; en cuanto a las privatizaciones, habrá de transferir
50.000 millones en activos públicos a un fondo tutelado por la Troika; y, en
cuanto a las reformas, deberá inmediatamente retrasar la edad de jubilación,
congelar las pensiones, incrementar el IVA y endurecer el mercado laboral. Si
además Syriza se... (sigue leyendo en
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