Es la llamada que hace
Felipe González en el 30 aniversario de la firma del Tratado de Adhesión de
España a la Comunidad Europea, posterior UE, ante el Rey Felipe VI y su padre
Juan Carlos I que protagonizaron al acto de celebración en el Palacio Real de
Madrid. Unidad, democracia y solidaridad
entre partidos y ciudadanos para los temas importantes, como entonces, que
siempre debieran estar por encima de cualquier legítimo interés partidario,
ideológico o de grupos determinados. Dice Felipe, y no le falta razón, que “el
hoy tan criticado consenso fue el fundamento de nuestro éxito en la integración
europea” que, definitivamente, nos sacó de un aislamiento anacrónico que, con
sus luces y sombras, ha sido altamente positivo para todo el pueblo español, se
mire como se mire. Dice además Felipe González que aquel consenso que permitió
el éxito “más que político, fue social”; cierto, ya que difícilmente se puede
separar lo político de lo social pues carecería de sentido en democracia. Y
hoy, en esta España cuya economía, según los expertos, crece a un ritmo del 4%,
pero que sufre grandes desequilibrios y tiene buena parte de los ciudadanos
pasándolo muy mal como consecuencia de la crisis, que estamos intentando
superar, se hace imprescindible, igual que entonces, ese consenso
político-social, perdido desde hace tiempo, capaz de distinguir entre lo
esencial y lo accesorio, entre el grano y la paja, ya que, en caso contrario,
al igual que entonces, estaríamos abocados a un retroceso de todo lo que, no
sin grandes sacrificios, hemos logrado, por más que algunos pretendan olvidarlo
y sean incapaces de reconocer, seguramente porque no lo vivieron, de donde
veníamos y hacia dónde vamos. Que el Gobernador del Banco de España asegure,
por ejemplo, que “el sistema público no va a poder garantizar el nivel de las pensiones”
o que augure, en todo caso, la bajada “inexorable” de las pensiones, sólo significa que hay que intentar poner los
medios para evitarlo en la medida de lo posible, sin olvidar que hubo un tiempo,
que algunos ni vivieron ni quieren reconocer, en el que no existía un plan
global y universal de pensiones, en el que nuestros mayores, en su gran
mayoría, quedaban abandonados a la mano de Dios o de sus familias, cuando hoy,
gracias a... (sigue leyendo en
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