Las pírricas victorias
electorales y las derrotas por la mínima de unos u otros en los diferentes
lugares en que se han celebrado comicios locales o autonómicos están
propiciando un deplorable escenario en el que cada afectado pretende vender
bien cara su derrota frente a los vencedores de los comicios o frente a
quienes, derrotados como ellos, les sacaron una mínima ventaja. Al final una
verdadera ceremonia de la confusión en la que parece que quien ganó perdió y
viceversa, adobadas con las exigencias de los emergentes, incluso donde
perdieron, que hacen peligrar los pactos necesarios para garantizar la
gobernabilidad. El PSOE tiene problemas para lograr la presidencia en Valencia
o Aragón, donde perdió, y el PP pelea por retener Madrid, donde ganó, son
ejemplos que podrían resumir lo anterior. Así las cosas, nadie repara en vender
su alma al diablo con tal de ganar el gobierno de su respectiva circunscripción
sin importarle en exceso los principios de su programa electoral, ofertado en
campaña. Ada Colau, sin ir más lejos, que ganó en Barcelona pírricamente, se
vende al independentismo y se vuelve “una aliada real del proceso” separatista
con tal de cumplir con las exigencias de los de Oriol Junqueras para apoyar su
investidura con sus votos; Podemos entrega el gobierno de Pamplona a Bildu y el
tripartito anti-PP sienta las bases para gobernar en Valencia. Otros, como
Carmena, intentan fortalecer su imagen personal invitando a un desayuno en su
casa al ex presidente uruguayo, Mugica, que tuvo el detalle de felicitarla por
su derrota por la mínima frente a Esperanza Aguirre en Madrid. Y para poner el
broche esperpéntico al deplorable espectáculo, unos cuantos fascistas (pero de
los de verdad, no como aquí –caso insólito en toda Europa- que se tilda de
fascista de forma torticera a cualquiera que sea simplemente de derechas),
brazo en alto y cantando el Cara al Sol, se manifiestan ante la... (sigue leyendo en
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