La puesta en escena del
candidato socialista Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno en su
presentación pública como tal ha sido un verdadero acierto. Ya sean sus
asesores, ya sea él mismo, la apuesta por una escenografía a la americana, con
su esposa incluida en el escenario, merecen la felicitación por el acto que ha
sido todo un éxito de imagen personal. Mucho más próximo al estilo Obama que al
de Maduro, es obvio que Sánchez apuesta en su presentación por buscar el poder
desde el centro y la moderación, marcando claras distancias con Podemos y
compañía; elegante vestimenta, sobriedad en su discurso y una gigantesca
bandera española al fondo del escenario (otro gran acierto sin lugar a dudas)
han sido el resto de ingredientes para que por unos instantes hayamos percibido
la imagen de un futuro Presidente del Gobierno, un verdadero hombre de Estado,
que apuesta decididamente, como debe ser, por la unidad de España y el interés
general por encima de las legítimas ideologías. “Vamos a liderar el cambio valiente
y coherente”, ha sido su oferta frente a quienes buscan cambios radicales y,
asimismo, como respuesta a Rajoy y al PP que, tras los pactos postelectorales
locales y autonómicos, le sitúan en la radicalidad. Y éste es el hándicap a su
oferta de “cambio moderado” que, sin lugar a dudas, utilizarán sus
contrincantes hasta la saciedad. El acierto indiscutible y novedoso de
envolverse en la bandera española para conjurar el miedo (el gran error de la
izquierda moderada dejando apropiarse a la derecha de los símbolos del Estado),
requiere a su vez no avalar gobiernos a quienes ningunean, ultrajan y vejan los
símbolos del Estado (caso insólito en cualquier país democrático) como es la
bandera, himno, etc. Y si el PSOE cometió la torpeza, incluso cuando no era
necesario como en Barcelona, de apoyar o apoyarse en quienes por activa y
pasiva defienden la liquidación del “régimen del 78”, ahora debiera tener la
valentía de reconocer el error o, al menos, exigir a quienes con su apoyo
fueron investidos para gobernar un comportamiento acorde a su cargo. La
credibilidad de ese cambio valiente y coherente, así lo exige, pues será
difícilmente creíble que... (sigue leyendo en
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