Constituidos más de
8.100 gobiernos locales no cabe duda alguna que, tras las elecciones del 24-M,
se consolida una verdadera revolución municipal sin precedentes. Revolución
municipal en el sentido de cambio radical y profundo respecto al periodo
anterior, no sólo en la forma sino también en el fondo, que, indudablemente
abre expectativas e incertidumbres en la ciudadanía. En definitiva, un vuelco
político indiscutible, aunque ahora basta saber si será para bien o para mal a
efectos prácticos con su gestión local diaria, que muchos ponen en duda, por lo
que, de ser así, la revolución se limitaría estrictamente a un cambio de caras
y siglas con slogans ideológicos huecos y vacíos de contenido, más bien de cara
a la galería, que, en la práctica, mutarían la citada revolución en meros
retoques estéticos que para nada repercutirán en los pueblos gobernados. Por
tanto la revolución, de momento, consiste, que no es poco, en que el PP,
ganador de las elecciones, pierde el gobierno de 15 capitales de provincia,
gobernando sólo en 19 de ellas; en que el PSOE, segundo más votado, gobernará
en 17 de ellas gracias al apoyo de Podemos y demás partidos de izquierdas; y en
que, Podemos y sus marcas de camuflaje, además de Compromís, consigue, gracias
al apoyo del PSOE (reciprocidad de consecuencias imprevisibles y, hoy por hoy,
incalculables), actuando en estos casos como partido bisagra, los ayuntamientos
de ciudades y grandes pueblos como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza,
Cádiz, La Coruña o Santiago de Compostela. En resumen, el PP deja de gobernar
en el ámbito ciudadano más cercano, el municipio, a más de 16 millones de personas
para hacerlo sólo en unos 6 millones, en tanto que el PSOE (perdiendo como el
PP un buen puñado de votos) pasa a gobernar en dicho ámbito a 8 millones de
personas frente a los 4 millones que gobernaba. Un negocio “a priori”, este de
los pactos por “el cambio”, “el progreso” o “las izquierdas”, sin duda ruinoso
para... (sigue leyendo en
Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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