jueves, 31 de diciembre de 2015

PERVERSIÓN DEMOCRÁTICA


                        Nadie puede poner en duda que la democracia tiene bastante relación con las matemáticas, pues, al fin y al cabo, la suma de votos directos o la suma de escaños entre las distintas opciones políticas es lo que decide o debe decidir la gobernabilidad de un Estado. Pero tampoco se debe poner en duda que el ejercicio democrático consiste o debe de consistir en el gobierno de las mayorías y el respeto a las minorías. Lo contrario, es decir que gobiernen las minorías y no se respete a las mayorías, supone irremediablemente una perversión democrática, un grave fraude democrático a los ciudadanos de consecuencias imprevisibles y, en todo caso, indeseables. Por tanto el objetivo fundamental de las elecciones siempre es o debe ser la búsqueda de esa mayoría política que garantice la gobernabilidad y la estabilidad de los ciudadanos que conforman un país. Y cuando ello no sucede, bien porque directamente así lo deciden los votos (ausencias de mayorías absolutas), bien porque indirectamente los representantes políticos elegidos no pueden o no quieren conformar esa mayoría suficiente, lo correcto es, guste o no guste (convenga o no convenga), convocar nuevas elecciones para que los ciudadanos, a la vista de los resultados electorales anteriores, decidan conformar una nueva mayoría sólida y solvente. Y que cada cual apechugue con sus responsabilidades. Así es el juego democrático, en el que además hay que tener en cuenta que la suma parlamentaria no es ni debe ser una operación mecánica con sumandos heterogéneos, que la propia matemática impide (tres manzanas y dos tigres no suman cinco, por ejemplo, y, en todo caso, cinco qué); y menos si se trata de sumar escaños surgidos de proyectos diametralmente opuestos, no ya en el plano programático coyuntural, sino incluso antagónicos desde el punto de vista ideológico del sistema democrático, como pueden ser proyectos totalitarios y antisistema, cuya finalidad no es aplicar su inexistente proyecto democrático sino eliminar el propio sistema, que sólo utilizan como mecanismo útil a sus intereses, para sustituirlo por su peculiar modelo, distinto al modelo democrático occidental. Por tanto en un Parlamento democrático, además de los términos genéricos izquierda/derecha, progresista/conservador, perfectamente homologables en términos democráticos del sistema para establecer posibles aritméticas parlamentarias que conformen mayorías gubernamentales, hay que considerar las opciones que, al margen de... (sigue leyendo en

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