jueves, 17 de diciembre de 2015

DEBATE INDECENTE, RUÍN, MEZQUINO….


                        Ante la incapacidad manifiesta de defender el desolador panorama español tras el gobierno de Zapatero frente al actual panorama, al menos esperanzador, que deja el gobierno de Rajoy, Pedro Sánchez en el “cara a cara” con el Presidente del Gobierno decidió tirar por la calle de en medio, desperdiciando una gran oportunidad de ofertar una alternativa seria y creíble para mejorar la situación, y, prácticamente, desde el inicio del debate hasta el final, se aferró al tema de la corrupción como único asunto de fondo (olvidando cínicamente que su partido, como el de Rajoy, arrastra intolerables mochilas llenas de basura) y echó mano de marrulleros comportamientos como forma de defenderlo, interrumpiendo permanentemente cualquier argumento de defensa, si es que lo había, de su contrincante y descendiendo incluso al grotesco insulto personal, que no a la descalificación política que, en todo caso, hubiera sido lo correcto. Bien pronto pues, al margen de los bloques temáticos que indicaba el moderador, se desvaneció la esperanza de asistir a un debate de altura, serio y bien argumentado, capaz de ilusionar y convencer al alto porcentaje de indecisos que aún esperan decidir por quién votar. Y el colmo del bochornoso espectáculo fue exactamente cuándo Sánchez, a cara de perro y en el peor tono marrullero, desciende al peor de los estilos y, a falta de mejores argumentos, espeta a Rajoy “usted no es una persona decente”, provocando en el Presidente un “hasta aquí hemos llegado”, para, en tono severo, calificar su insulto de “ruin, mezquino, deleznable y miserable” y advertir a Sánchez, tras augurar que perderá las elecciones, de que uno puede “recuperarse de perder unas elecciones”, pero de semejantes bajezas es imposible recuperarse. Basta indagar en los medios de comunicación, al margen de las preferencias evidentes por uno u otro candidato, para constatar que en todos ellos son semejantes adjetivos los vocablos más utilizados y destacados sobre el debate, lo que sin duda alguna permite calificar el “cara a cara” como indecente, ruin, mezquino, deleznable y miserable, pues es el debate, por llamarlo de alguna forma, más agrio de toda la democracia y el más desilusionante, salvo, supongo, para la eufórica militancia de piñón fijo, justo a quien no hay que convencer ya que está sobradamente convencida. Así, el esperado debate clarificador quedó reducido a... (sigue leyendo en

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