La sensación que se
tiene, dentro y fuera de España, tras los resultados de las elecciones del 20-D
es de ingobernabilidad, la peor circunstancia para un país y, especialmente, si
con grandísimas dificultades, como es el caso, está saliendo de una crisis
galopante. El rotundo fracaso del PSOE, que, como oposición, obtiene los peores
resultados de su historia, superando incluso el nefasto récord obtenido en
2011, y la victoria pírrica del gobernante PP, dejándose 63 escaños de la
mayoría absoluta obtenida en 2011, con sus mejores resultados históricos,
conducen a una inestabilidad política preocupante, pues ninguno de los dos
consigue mayoría suficiente para formar gobierno ni con los comunistas
radicales de Podemos, ni con los centristas de Ciudadanos, tercera y cuarta
fuerza política respectivamente, y la única fórmula a dos, el pacto PP-PSOE,
como sucede en Alemania y en otros países democráticos maduros, que conseguiría
una gobernabilidad estable y firme, está más que descartada por el
incomprensible empecinamiento de los socialistas, no sólo ya a un pacto de
gobierno con la derecha, sino incluso a una abstención que, junto a la de
Ciudadanos, dispuestos a ello, permita, por lo menos, la investidura de Rajoy,
garantizando, aunque sea insuficiente, una gobernabilidad inestable al menos,
pues, como dice el líder popular “España no puede permitirse la inacción y la
parálisis”. Además, teniendo en cuenta que, más allá de PP, PSOE y Ciudadanos,
homologables con las principales opciones políticas de la UE, sólo queda un
conglomerado heterogéneo de opciones radicales, nacionalistas, independentistas
y antisistema, que Podemos pretende liderar (al margen de las variopintas
marcas con las que ya se presenta a las elecciones), pretender pactos a más de
dos, como en las pasadas elecciones territoriales, sólo conseguiría que el
remedio de supuesta gobernabilidad sea peor aún que la enfermedad de convocar
nuevas elecciones, como ha sucedido en Grecia, que bien puede servirnos de mal
ejemplo. Por tanto, ha llegado la hora de... (sigue leyendo en
Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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