Al final, tal como estaba previsto, Artur Mas
se sale con la suya, apuesta por la ilegalidad democrática y, sin que nadie lo
impida ni exija responsabilidades a quien proceda, Cataluña celebra un 9-N bajo
el pseudónimo de “proceso participativo” en el que lo que menos importa es que
la falsa consulta carezca de garantías democráticas, se haga sin censo
electoral, sin interventores, sin convocatoria oficial, ni ningún otro
requisito propio de cualquier otra consulta democrática. Al fin y al cabo los
procesos totalitarios, por participativos que sean, sólo requieren de la
exaltada concurrencia de los militantes de la causa y todo lo demás sobra. No
en vano se espera una masiva afluencia de los soberanistas, mientras un
ejército de voluntarios, con Oriol Junqueras a la cabeza, se despliega para que
la farsa sea un éxito que, pase lo que pase, venderán después como la
indiscutible voz democrática de todo el pueblo catalán. Un desafío indiscutible
al Estado de Derecho que, por higiene democrática, jamás se debiera haber
permitido. Un síntoma evidente de debilidad del sistema democrático español
que, desgraciadamente, navega a la deriva y sin rumbo fijo a pesar de todo el
esfuerzo que hicimos los españoles, incluidos los catalanes, para instaurarlo
en España, consolidarlo después y así sacar a nuestro país del oscuro
precipicio de la intransigencia. Sólo así se puede explicar que ... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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