No
han transcurrido ni tres meses del triunfo en Grecia de la radical Syriza con
la consecuente investidura del Gobierno de Alexis Tsipras y, como era de
esperar, salvo fanfarronadas contra sus socios europeos, nada de nada o poco
más, al extremo de que, en tan breve espacio de tiempo, los griegos ya
protestan en la calle por las promesas incumplidas, mientras la UE exige al
gobierno heleno más reformas si éste, que necesita 20.000 millones de euros
antes de agosto para que Grecia no quiebre, quiere disponer de la liquidez
financiera que le proporcionaría la ampliación del rescate griego que, a
diferencia de lo prometido en campaña electoral, le solicitó a la UE, pues las
reformas presentadas por Tsipras no convencen a las instituciones europeas, que
las consideran insuficientes y vagas como contrapartida para desbloquear la
citada ampliación. Es obvio que lo que no puede ser, no es; y además, es
imposible, pues no cabe en cabeza humana que, desde la precariedad financiera y
la necesidad económica de financiación, como es el caso, un dirigente político
arremeta, para ganar unas elecciones, contra los acreedores de su país,
culpándoles de todos los males que sufre y amenazándoles con no pagarles las
deudas o parte de ellas, y, una vez victorioso en los comicios, mantener su
actitud chulesca, de boca para fuera, mientras les solicita más financiación,
que necesita con urgencia, sin asumir los compromisos anteriores ni plegarse a
las nuevas condiciones que los escarmentados acreedores imponen para
concedérsela. Y el gobierno griego de Syriza sigue sin entender que... (sigue leyendo en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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