Esperpéntico, se mire
como se mire; estos dos últimos días hasta el desenlace final del totalitario
“procés” soberanista, finiquitado ayer tarde, pasarán a la historia como
paradigma de lo que un gobernante democrático jamás debe hacer. En efecto,
justo anteayer, Puigdemont deja vía libre a la aplicación del artículo 155 de
la Constitución negándose definitivamente a convocar elecciones autonómicas y
trasladando al Parlament la posible declaración de independencia, mientras el
Senado, donde el President se niega a ir para alegar lo que considerase
oportuno y debatir al respecto, proseguía con el procedimiento para poner en
marcha el artículo en cuestión, que tanto está dando que hablar, y permitir a
Rajoy intervenir la Autonomía Catalana y restablecer la legalidad atropellada
por el Govern. Así, en medio de una serie de especulaciones sobre qué sucedería
finalmente, se va conociendo que Puigdemont, presionado por unos y otros para
proseguir con su locura totalitaria o abjurar de ella, pretendía hacer el
último chantaje al Estado de Derecho proponiendo determinadas exigencia a Rajoy
a cambio de apearse del burro totalitario y convocar elecciones en Cataluña. Chantaje
y exigencias que, obviamente son rechazadas por Rajoy, entre las que cabe citar
la liberación de los Jordis (dirigentes de ANC y Omnium), la inmunidad judicial
para presuntos delitos relacionados con el soberanismo, la salida de la guardia
civil y refuerzos policiales que permanecen en Cataluña y la no aplicación del
artículo 155, poniendo en evidencia su mentalidad totalitaria como si del
Ejecutivo dependiera incluso el destino final de los ya encausados
judicialmente. Y, ante la tajante respuesta de Rajoy, de que la única salida
era “el retorno a la legalidad”, Puigdemont despeja por fin el asunto,
anunciando cobardemente que dejaba en manos del Parlament la decisión de
declarar la independencia. Atrás quedaban sus amagos de convocar elecciones si
se suspendía el 155 y sus peticiones al gobierno trasladadas por Urkullu e
Iceta, mientras en el Palau de la Generalitat un secesionismo dividido debatía
sobre si se declaraba la DUI o se convocaban elecciones, con una Plaza de Sant
Jaume repleta de gente, convocada para celebrar el anuncio de la independencia,
quienes, ante los rumores de que el chapucero President optaba por lo segundo,
gritaban sin cesar “Puigdemont traidor”, hasta que éste, frustradas sus
expectativas totalitarias y tras retrasar tres veces su anunciada comparecencia
para anunciar su definitiva decisión, se permitiera finalmente comparecer
públicamente para aclararla al final: el Parlament decidiría al respecto.
Finalizaba así una jornada caótica y vergonzante, mientras el Senado seguía
tramitando el 155 y el conseller Santi Vila, el más crítico con la forma de
pretender proclamar la independencia, dimitía de su cargo, evidenciando el
malestar en el bloque independentista, que llegó a... (sigue leyendo en
Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario