sábado, 28 de octubre de 2017

QUE DECIDAN LOS CATALANES


                        Esperpéntico, se mire como se mire; estos dos últimos días hasta el desenlace final del totalitario “procés” soberanista, finiquitado ayer tarde, pasarán a la historia como paradigma de lo que un gobernante democrático jamás debe hacer. En efecto, justo anteayer, Puigdemont deja vía libre a la aplicación del artículo 155 de la Constitución negándose definitivamente a convocar elecciones autonómicas y trasladando al Parlament la posible declaración de independencia, mientras el Senado, donde el President se niega a ir para alegar lo que considerase oportuno y debatir al respecto, proseguía con el procedimiento para poner en marcha el artículo en cuestión, que tanto está dando que hablar, y permitir a Rajoy intervenir la Autonomía Catalana y restablecer la legalidad atropellada por el Govern. Así, en medio de una serie de especulaciones sobre qué sucedería finalmente, se va conociendo que Puigdemont, presionado por unos y otros para proseguir con su locura totalitaria o abjurar de ella, pretendía hacer el último chantaje al Estado de Derecho proponiendo determinadas exigencia a Rajoy a cambio de apearse del burro totalitario y convocar elecciones en Cataluña. Chantaje y exigencias que, obviamente son rechazadas por Rajoy, entre las que cabe citar la liberación de los Jordis (dirigentes de ANC y Omnium), la inmunidad judicial para presuntos delitos relacionados con el soberanismo, la salida de la guardia civil y refuerzos policiales que permanecen en Cataluña y la no aplicación del artículo 155, poniendo en evidencia su mentalidad totalitaria como si del Ejecutivo dependiera incluso el destino final de los ya encausados judicialmente. Y, ante la tajante respuesta de Rajoy, de que la única salida era “el retorno a la legalidad”, Puigdemont despeja por fin el asunto, anunciando cobardemente que dejaba en manos del Parlament la decisión de declarar la independencia. Atrás quedaban sus amagos de convocar elecciones si se suspendía el 155 y sus peticiones al gobierno trasladadas por Urkullu e Iceta, mientras en el Palau de la Generalitat un secesionismo dividido debatía sobre si se declaraba la DUI o se convocaban elecciones, con una Plaza de Sant Jaume repleta de gente, convocada para celebrar el anuncio de la independencia, quienes, ante los rumores de que el chapucero President optaba por lo segundo, gritaban sin cesar “Puigdemont traidor”, hasta que éste, frustradas sus expectativas totalitarias y tras retrasar tres veces su anunciada comparecencia para anunciar su definitiva decisión, se permitiera finalmente comparecer públicamente para aclararla al final: el Parlament decidiría al respecto. Finalizaba así una jornada caótica y vergonzante, mientras el Senado seguía tramitando el 155 y el conseller Santi Vila, el más crítico con la forma de pretender proclamar la independencia, dimitía de su cargo, evidenciando el malestar en el bloque independentista, que llegó a... (sigue leyendo en

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