miércoles, 4 de octubre de 2017

INFINITA TRISTEZA


                        Estoy convencido de que a la inmensa mayoría de personas que como yo, por razones de edad, pasaron buena parte de sus vidas siendo súbditos y, por tanto, sometidos por la fuerza a la caprichosa autoridad de otros, teniendo que luchar peligrosamente y jugárselo todo para convertirse en ciudadanos libres y, por tanto, en sujetos con derechos políticos, miembros activos del Estado y sólo sometidos por voluntad propia a la autoridad del mismo y a sus leyes, que democrática y mayoritariamente se han dado, los graves acontecimientos que están sucediendo, especialmente en Cataluña (pero también en el resto de España), les están provocando, como a mí, una infinita tristeza y una inmensa preocupación. En efecto, si no hemos sido capaces de consolidar profundamente nuestro democrático Estado de Derecho, tras cuarenta años viviendo en libertad desde el éxito de aquel esfuerzo político positivo de la Transición, que supuso un giro copernicano frente a los cuarenta años precedentes de dictadura, hay razones más que suficientes para que estemos infinitamente tristes e inmensamente preocupados, pues creímos que nuestra ingente lucha de entonces trascendería el límite temporal de nuestras propias vidas y albergábamos la esperanza de que nuestros hijos y nietos, no sólo tuvieran una herencia política bien distinta a la que nosotros recibimos de nuestros padres y abuelos, sino que además sabrían conservarla e incluso mejorarla al partir de una situación tan diferente y ventajosa. Pero, a los hechos me remito, cuando ya estamos cerca del final de nuestro ciclo biológico (cada vez somos menos supervivientes de la Transición) y, por razones obvias, ya hemos dado el relevo político a nuestros descendientes, los recientes sucesos políticos apuntan a que éstos andan despilfarrando lo heredado, como si fuera luego fácil recuperar lo dilapidado. Seguramente no supimos transmitirles que la Democracia y la Libertad son bienes de inmenso valor y tan frágiles que cualquiera puede romperlos en cualquier momento por lo que quienes los disfrutamos debiéramos estar siempre alerta y dispuestos a defenderlos con uñas y dientes si fuera preciso, pues, una vez robados, es muy difícil su recuperación, que, a lo largo de la Historia, ha costado ríos de sangre, sudor y lágrimas. Y seguramente quienes siempre vivieron en... (sigue leyendo en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)

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