Sin lugar a dudas, tras
la tempestad causada por la tormenta Trump llegará la calma y todo volverá a
ser tan normal o anormal (según se mire) como siempre lo fue. Al menos esta
debe ser la esperanza para que en este inexplicable mundo globalizado nos
pongamos a trabajar seriamente para paliar al menos tantos y tantos sinsentidos
que cotidianamente nos acompañan. Habrá que preguntarse en todo caso y como
aviso a navegantes, por qué un candidato gana las elecciones con un discurso
xenófobo, machista y violento frente a una candidata que simplemente oferta
mantener el statu quo. Por lógica cabe pensar que el statu quo no es nada
satisfactorio para la mayoría de la población (estadounidense en este caso pero
aplicable a cualquier otro país) y que, por tanto, apuesta por un hipotético
cambio radical, un nuevo orden mundial (o desorden mundial como dicen algunos)
que les sea más satisfactorio, sin tener en cuenta que tanto a nivel
internacional, como a niveles nacionales, lo satisfactorio para unos suele ser
insatisfactorio para otros. Es la dinámica que históricamente ha movido a los
diversos pueblos y a su evolución, bien sea por convencimiento o por la fuerza,
hasta llegar al punto de partida o de llegada en que ahora estamos. Donal Trump
le ha ganado la partida a Hillary Clinton no sólo gracias a la indignación de
la América blanca y rural, del voto masculino de raza blanca y de religión
evangélica, sino al fracaso de un esperado voto femenino masivo contra el
discurso machista y a la desmovilización del voto latino contra el discurso
xenófobo; en definitiva, triunfó el discurso realista y crudo de la decadencia
popular frente al superficial panorama glamuroso del mundo del espectáculo y
del deporte, que se volcó con la candidata demócrata cuando su mundo nada tiene
que ver con el mundo que sufren y padecen millones de ciudadanos. Ni cantantes,
ni actores y actrices, ni deportistas de élite, que mueven masas de población,
han sido capaces de convencer a la mayoría de norteamericanos de que la opción
demócrata que defendían era preferible a la opción republicana que, casi en
solitario, defendía el candidato Trump incluso en contra de las élites del
mismísimo Partido Republicano. Ni la popularidad de Obama y Michelle, ni las
presiones económicas y financieras, ni el discurso tétrico y macarra del
candidato republicano ha conseguido ahuyentar el populismo peligroso de Trump.
¿Por qué? Eso es lo que ahora toca averiguar. Algo se estará haciendo mal, muy
mal, para que no sólo en EEUU sino en otros muchos países desarrollados y
democráticos del mundo, en los que mejor se vive, proliferen... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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