Cuando las CCAA
necesitarán un nuevo rescate de 30.000 millones en 2017 y el Gobierno negocia a
contrarreloj con el PSOE el techo de gasto y la senda de déficit del próximo
año, el debate sobre un nuevo hipotético modelo territorial parece abrirse
camino (que el Estado Autonómico es caro e ingobernable ya no es noticia) y
personajes como Roca, Rubalcaba y Margallo abogan por cambiar dicho modelo (en
el fondo del asunto están de acuerdo, cuestión distinta es la forma de nuevo
modelo), mientras Martín Villa advierte de que hay poco margen para modificar
la Constitución, pues, obviamente, abrir el melón constitucional sin un previo
consenso amplio sobre el qué y el cómo puede poner al Estado Español patas
arriba, por lo que, de ser así el objetivo, tan etéreo y difuso, a pesar del
deterioro del Estado Autonómico bien podríamos decir aquello de “virgencita de
mi vida, que me quede como estoy”. En fin, que me quede como estoy siempre que
se aplique estrictamente la legalidad vigente, que los independentistas catalanes
se suelen saltar a la torera sin que pase absolutamente nada y, sin aplicar el
principio de legalidad, ningún modelo territorial (ya sea federalista,
confederal, autonómico, centralizado o descentralizado), absolutamente ninguno,
puede funcionar. En efecto, en la Generalitat de Cataluña con sus totalitarios
dirigentes independentistas, mientras Rajoy ofrece inversiones y otro modelo de
financiación, Puigdemont aprueba los Presupuestos de la famosa consulta ilegal
unilateral, destinando la Generalitat seis millones de euros a la citada
consulta, mientras pide 7.000 millones al Estado; es lo que se deprende de la
inclusión de una partida presupuestaria para financiar el ilegal referéndum de
autodeterminación de septiembre, consiguiendo la CUP que conste en una
disposición adicional… Y así lo anuncia Junqueras dos días antes de la cumbre
con Montoro, lo que es un claro desafío, otro más, al Estado de Derecho, justo
cuando se va a negociar el déficit. Es obvio que frente al tozudo
independentismo, sí o sí, y el objetivo de conseguirlo legal o ilegalmente (lo
que supone un chantaje en toda regla para que la legalidad se modifique, sí o
sí, si se le quiere dar apariencia de legalidad), poco se puede hablar, poco se
puede ofrecer y poco se puede negociar, pues, al fin y a la postre, para bien o
para mal, sólo la... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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