Con un trágico balance
de más de 250 muertos, bastantes más heridos, casi 3.000 militares detenidos y
más de 2.700 jueces y fiscales cesados, se salda el frustrado Golpe de Estado
en Turquía. Motivo de alegría y esperanza para todos los demócratas que el
alzamiento de una parte del Ejército turco haya sido un fracaso, como siempre
que, mediante la fuerza, se pretende finiquitar un gobierno democrático elegido
por el pueblo en las urnas. Por ello, desde el inicio, Bruselas y los distintos
dirigentes europeos no tuvieron duda alguna en respaldar la democracia de
Turquía pese a que su líder, Erdogan, es cada vez más autoritario… Siempre que
no rebase las reglas de juego democráticas establecidas, así debe ser por más
que sus políticas gusten más o menos a unos u otros. Sin embargo, dicho lo
anterior, tras el fracaso del golpe, se tiene la sensación de que Erdogan ha
comenzado una purga en el Ejército, una especie de contragolpe, con el objetivo
de acallar cualquier tipo de oposición y lograr todo el poder, lo que sería
inaceptable, afirmando de entrada que la intentona golpista “ha sido un regalo
de Dios para limpiar el Ejército”, por cierto, un ejército bastante poderoso
que, en términos generales, se muestra bastante más pro-europeo que el propio
Gobierno. Una cosa es juzgar individualmente con el rigor que proceda a todo
aquel que, militar o no, haya participado en la asonada golpista, y otra bien
distinta es pasarse de la raya aplicando procedimientos ilegales y antidemocráticos
sin las pertinentes garantías procesales. No sería el primero, ni será el
último, que, ganando las elecciones, desde el poder democrático logrado,
emprende una deriva totalitaria intolerable. Erdogán culpa además de la
intentona a su enemigo ideológico (y ex amigo y colaborador suyo) el imán
Gülen, que vive exiliado en EEUU, concretamente en Pennsylvania, desde 1999 y
defiende el Islam, la sociedad civil y el libre mercado, y, entretanto, EEUU
suspende los ataques desde Turquía al Estado Islámico y los líderes mundiales
alertan del riesgo de inestabilidad internacional que puede generar la
evolución de los acontecimientos. Turquía, entre Asía y Europa, es clave
geoestratégica para muchos asuntos. Por todo ello, Occidente advierte contra la
represión masiva en Turquía, mientras Erdogan, envalentonado, promete acabar
con el “virus” que causó el frustrado golpe militar, en tanto que Europa y EEUU
temen el descabezamiento de toda la oposición turca, un contragolpe
inaceptable, en el que el mandatario turco baraja incluso reinstaurar la pena
de muerte en el país para castigar a los autores del alzamiento, lo que sería
intolerable para la UE. Si el golpe militar era inaceptable ya que... (sigue leyendo en
Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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