lunes, 13 de junio de 2016

FANATISMO, VIOLENCIA, FANATISMO



                        Omar Mateen, un joven estadounidense de origen afgano, irrumpe en un club gay de Orlando y, a tiro limpio, mata a 50 personas, hiriendo a otras 53 antes de ser abatido por la policía; verdadera batalla campal entre las aficiones de diversas selecciones nacionales de fútbol cuando se enfrentan en la Eurocopa; dos chicas agredidas física y verbalmente por hacer propaganda en un tenderete a favor de que en Barcelona se pueda ver los partidos de la selección española en pantallas grandes; irrumpen en mítines de determinados partidos políticos para reventarlos y en salas universitarias para boicotear a los conferenciantes; algaradas violentas y enfrentamientos con las fuerzas de orden público ante el desalojo de okupas…. Son unas cuantas noticias de las que en estos días aparecen casi a diario en los medios de comunicación agrandando la larga lista de la crónica negra causada por el fanatismo de los descerebrados que sólo saben ejercer la violencia para sentirse satisfechos consigo mismos, no ya sólo en nuestro país, sino en el resto del mundo. Todas las noticias citadas, al margen del concreto motivo y magnitud que tenga cada uno de los hechos que las provocan, están total y directamente relacionadas con el fanatismo y con la violencia, que “in crescendo” se va imponiendo en nuestras sociedades tolerantes de forma alarmante, haciendo imposible la convivencia pacífica y, lo que es peor, generando un caldo de cultivo en el que precisamente los ciudadanos pacíficos y sensatos, es decir, la inmensa mayoría, se sienten acorralados y con miedo a ejercer sus libertades, totalmente desprotegidos ante semejantes energúmenos. Un ciclo perverso radicado en el fanatismo del tipo que sea para alimentar la violencia como consecuencia práctica de su ideología del odio, lo que a su vez alimenta el fanatismo de otros como reacción, haciendo imposible la convivencia humana y la libertad individual y colectiva de los ciudadanos. O bien las sociedades democráticas libres se plantean en serio el ejercicio legítimo de la fuerza, radicado en los Estados (único ente que está legitimado para ejercer la fuerza), con todo rigor y severidad de una vez por todas y, huyendo de buenismos tolerantes e ingenuos, actúan sin... (sigue leyendo en
Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)

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