Como en política todo es
posible y casi nada debiera sorprendernos (basta referirse a la última chapuza
antidemocrática en Cataluña), nuestros políticos, respecto a la gobernabilidad
del Estado, andan emperrados en moverse al filo de lo imposible para lograr
finalmente la cuadratura del círculo, cuando todos ellos saben que, les guste o
no, les convenga o no, lo más probable será nuevas elecciones generales, salvo
que, aunque sea “in extremis”, recuperen la cordura y, renunciando a
ensoñaciones irresponsables, que los ciudadanos no han avalado, entonen el “mea
culpa” y, asumiendo la realidad del resultado electoral, decidan esforzarse por
hacer viable lo posible y deseable en beneficio de toda la ciudadanía en vez de
emperrarse en hilvanar un gobierno inestable, sin rumbo fijo ni factibles objetivos
concretos, que, en el mejor de los casos, sólo retrasaría la convocatoria de
dichas elecciones y, obviamente, prolongaría la ingobernabilidad, aunque esté
barnizada cínicamente con cierta apariencia de gobernabilidad que sólo conduce
a la inestabilidad política, social, y
económica. Los ciudadanos, si se leen correctamente los resultados, no han
avalado un gobierno “de izquierdas progresista” en España por más que la suma
torticera de escaños en el Congreso pueda dar como resultado una mayoría
absoluta mediante el mecánico proceso de añadir a la misma cualesquiera de las
opciones políticas y sus opuestas en temas fundamentales; pero tampoco han
avalado un gobierno “de derechas conservador” por más que la fuerza política
más votada sea conservadora. De ser así, el pueblo no hubiera castigado
severamente a PSOE y PP, tradicionales y mayoritarias fuerzas políticas,
respectivamente, del progresismo socialdemócrata de izquierda moderada y del
conservadurismo liberal de derecha democrática, oposición mayoritaria y
gobierno en la pasada legislatura, que, no obstante, se... (sigue leyendo en
Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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