Sólo desde un contexto de
analfabetismo político, real o supuesto, se puede entender que determinados
líderes políticos tengan la cara dura de pretender justificar como democráticas
sus propuestas totalitarias o de tachar como tales las propuestas democráticas
ajenas, con el único objetivo de engañar a buena parte del electorado al que
consideran analfabeto, políticamente hablando, pues no cabe pensar que el
analfabetismo político radique en ellos mismos, lo que sería el colmo de la
incompetencia. Cabe pensar pues que se trata del colmo del sofisma (razón o
argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso) y,
por tanto, de la prostitución del sistema democrático, pretendiendo validar o
invalidar una serie de propuestas no por verdaderas razones políticas, sociales
o económicas, contrastables y contrastadas con las demás en el imprescindible
debate ideológico democrático, sino por razones espurias para justificar
proyectos totalitarios dentro del sistema democrático o descalificar aquellos,
acordes con la democracia, ante la incapacidad para rebatirlos democráticamente
con argumentos convincentes. Y lo grave es que dichos sofistas obtienen cierto
éxito mediante un proselitismo contumaz, no siempre combatido desde las
instituciones que conforman el Estado de Derecho, gracias a un ejército de
fieles, cada vez más fervorosos, y a la estimable ayuda de determinados medios
de comunicación, incluso algunos de ellos públicos, que se hacen eco de sus
proclamas totalitarias o torticeras sin rebatirlas apenas e incluso con la más
que evidente colaboración de los conductores de los respectivos programas. Por
tanto, entre otros muchos asuntos, no debe extrañar que los dos problemas más
graves actuales de la... (sigue leyendo en
Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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