Como era de esperar (es
lo mínimo que se puede hacer) el Tribunal Constitucional suspende la vía
independentista del Parlament de Catalunya y se plantea por primera vez la vía
penal contra Forcadell, la presidenta del mismo. Y suspende el plan
secesionista, aprobado la semana pasada, por unanimidad, sin un atisbo de duda,
en tanto que da a la Presidenta 20 días para que alegue lo que considere
oportuno antes de determinar las sanciones. Hasta aquí, todo normal, aunque
algunos no entendamos que el Alto Tribunal no abra por el momento la vía penal
contra Forcadell y sólo se limite a suspender la hoja de ruta de la
desconexión, entendiendo, no obstante, que razones jurídicas habrá para ello,
pues a juicio de muchos, estamos ante un intolerable desacato soberanista al TC
que debiera ser cortado de raíz lo antes posible. Son tantas las desobediencias
a los tribunales, tantos los desafíos totalitarios y tantas las afrentas y
atropellos a los derechos de los españoles por parte de los independentistas
catalanes, pretendiendo socavar incluso su soberanía, que cualquier medida, por
razonada que sea (si es que lo es) nos parece tibia y poco contundente frente
al descaro de quienes, estando obligados a defender y respetar la legalidad
vigente, se permiten alardear no sólo de atropellarla sino además de incitar
públicamente desde las mismísimas instituciones a que otros lo hagan rozando en
muchas ocasiones un llamamiento a la rebelión. Y, acostumbrados a estos
posicionamientos fascistas, para nada extraña que, tras la exquisita y tímida
decisión del TC, las fuerzas independentistas, con Puigdemont a la cabeza,
además de la CUP y ERC, hayan salido inmediatamente llamando al desacato y a la
movilización en caso de que actúe la Fiscalía del Estado. En efecto, el
mismísimo President de la Generalitat, en un gesto de chulería totalitaria y
matona, se declara en rebeldía pocas horas después de que el TC le advirtiera
de su “responsabilidad penal” afirmando “obedeceré, ya lo creo, pero al
Parlament”, que, siendo creado (como la mismísima Generalitat que él preside)
al abrigo de la Constitución, que lo legitima, carece de competencias para
determinadas cosas y, por supuesto, para independizarse unilateralmente de
España. Obviamente, semejantes desafíos indecentes, alejan la posibilidad de
que Convergència (o como se llamen ahora) tenga grupo parlamentario propio en
el Congreso tras vetarlo ayer el PP en el Senado, pues ya sólo faltaba que,
como premio por su intolerable comportamiento, se jugara a... (sigue leyendo en
Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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