Lo que desde hace ya bastantes años se conoce
como “debate del estado de la nación” bien pudiera denominarse este año como
“debate del estado de la situación”, especialmente de la situación política
española, ya que, a casi todos los portavoces políticos parlamentarios se les
vio el plumero al estar más pendientes de lo “suyo” que de profundizar, para lo
bueno o lo malo, sobre el estado en que se encuentra la nación española en
estos momentos y, menos aún, sobre qué iniciativas habrían de tomarse para
mejorarlo. Con nuevos portavoces en los dos principales partidos, PSOE e IU, a
la baja en las encuestas, al igual que UPyD, y con sus verdaderos contrincantes
políticos, Podemos y Ciudadanos, fuera del hemiciclo, es casi lógico que, a
cada uno de ellos, lo que menos le importara en su intervención fuera la
profundización pormenorizada, razonada y razonable, del trance por el que
atraviesa España y, menos aún, de su comparación evolutiva respecto al año
anterior. Y con un presidente de Gobierno (cuyo partido, por cierto, también
estrenaba portavoz y también está a la baja en las encuestas), al que se le
agota el tiempo para ser reelegido, empeñado por tanto en enfatizar, como baza
electoral, los indiscutibles logros macroeconómicos de la legislatura (de los
que la oposición no quiere ni hablar), es más que lógico su empeño en canalizar
el debate sobre la base de su amplia y bien elaborada intervención inicial,
incluidas las propuestas, obviamente electoralistas, que traía debajo de la
manga. Tanta cara nueva, tanto interés personal y tanta necesidad de convencer
cada uno a los suyos, que no a los contrarios, no presagiaba un final feliz. Al
final, el debate sobre el estado de la nación, sólo duró lo que duró la
intervención inicial de Rajoy, acabando al tomar la palabra Pedro Sánchez para
la réplica y, relegada al olvido la descripción de ... (sigue leyendo en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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