El elenco
de imputados por el caso de las “tarjetas black” de Bankía andan desfilando uno
detrás de otro por la Audiencia para prestar declaración sobre sus presuntas
fechorías por uso y abuso de las mismas. Los hay para todos los gustos y
pertenecientes a casi todas las ideologías o categorías sociales y económicas.
Sólo andan unidos porque sus respectivas instituciones partidarias, sindicales
o empresariales les designaron un destino común tan cerca del dinero que no
fueron capaces de rechazar la tentación de vivir como reyes y a todo tren de
lujos y exquisiteces reservadas a unos pocos. Y, afortunadamente para todos,
ahora les toca rendir cuentas. El fiscal les exige la devolución del dinero
gastado con las siniestras tarjetas, en tanto que los consejeros, que ese era
su destino dorado, dan al juez versiones opuestas sobre el descomunal
descontrol de sus gastos. Algunos de ellos declaran que “en época de Blesa” les
“animaban a gastar más” con dichas tarjetas y hasta uno de ellos asegura
incluso que en esa época hasta le regañaron por “gastar poco”… supongo que le
regañarían por imbécil ya que, puestos a trincar, cuanto más mucho mejor.
Señalado Blesa como el factótum del turbio asunto, todos ellos, incluidos los que
vienen esposados y en furgón policial desde la cárcel, donde están cumpliendo
condena por otros delitos (menudos figuras), son lógicamente abucheados por
personas que se han visto perjudicadas por sus fechorías o que simplemente,
como sucede a la mayoría de la ciudadanía, sienten náuseas ante esta banda de
presuntos delincuentes, cuyo destino más certero debiera ser la prisión, una
buena multa y la devolución de lo malversado.
Y ya que estamos en la fiesta nacional (no en los toros,
sino en la corrupción) nos siguen asombrando otros asuntos, si es que todavía
nos queda capacidad de asombro. De un lado, resulta que... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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