Dice Adela Cortina, Catedrática de Ética y
Filosofía Política en la Universidad de Valencia, que “tendemos a dividirlo
todo de antemano entre carcas y progres, y eso hace imposible el diálogo”. Y no
le falta razón. Las decisiones sobre multitud de asuntos, muchos de ellos de
vital importancia para la ciudadanía, y las propuestas de solución a los
problemas planteados, la mayoría de las veces ni siquiera son debatidas desde
el raciocinio por los partidos políticos, siendo rechazadas o apoyadas sin más
y “a priori” por el mero hecho de haber sido propuestas por carcas o progres,
como si unos u otros estuvieran incapacitados para afrontar dichos asuntos y
para aportar soluciones, o como si unos u otros tuvieran casi en exclusiva la
posesión de la verdad sobre los mismos. Por tanto, si tenemos en cuenta que,
precisamente, la democracia, para ser auténtica y eficaz, ha de basarse en el
diálogo casi permanente, que la enriquece, semejantes prejuicios apriorísticos
a la hora de tomar decisiones sobre los problemas que tienen los ciudadanos
lastran severamente la salud democrática de nuestra sociedad, condenada
injustamente a una polarización partidista lamentable en la que por encima de
los argumentos razonados y razonables prima el color político que se atribuye
de antemano a sus proponentes. Es la indecente tarea a que se dedican no sólo
los líderes políticos, para, a falta de argumentos, arrimar el ascua a su
sardina por la vía de la irracionalidad, sino que también lo hace la mayoría de
los generadores de opinión, directa o indirectamente a su servicio, quienes,
casi al dictado de la correspondiente etiqueta previa de carca o progre, actúa,
bajo la apariencia de informadores objetivos en las múltiples tertulias
televisivas o radiofónicas, comenzando por los moderadores o presentadores,
convertidos en tertulianos de lujo al... (sigue leyendo en Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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