La visita de un
mandatario de cualquier Estado a un país vecino, que debiera ser un
acontecimiento normal, se convierte en un hecho histórico, como es el caso de la
que acaba de protagonizar el Presidente de los EEUU, Barak Obama, al vecino
país de Cuba, la Cuba de los Castro, que, después de 88 años sin que ningún
presidente norteamericano pisara la isla, inicia así una cierta normalización
en las relaciones diplomáticas con su gigantesco vecino, despertando a nivel
internacional todo tipo de expectativas sociales, políticas y económicas. En
efecto, Obama, con su visita de dos días a Cuba, sella el deshielo y, de alguna
forma, rubrica el fin de la larguísima guerra fría entre ambos países. El presidente
norteamericano, que llega a la isla para acelerar la transición cubana a la democracia,
aterriza con una agenda de reformas y se reunirá con Raúl Castro (quien sabe si
también con Fidel), con empresarios y con disidentes del régimen castrista. Un
hecho histórico, sin lugar a dudas, al margen de los logros que semejante
visita pueda conseguir, pues esta especie de transición cubana a la democracia
no ha hecho más que empezar y todos sabemos que el tránsito hacia la libertad
no es tarea fácil de conseguir, por más descontento que haya en el pueblo
cubano, por más miserias que padezca y por más deseo que tenga en pasar a
formar parte del mundo libre. Mundo libre al que desde luego no pertenece en estos
momentos y, lamentablemente, durante decenios, tal como se pone en evidencia en
el hecho de que el régimen castrista detiene a decenas de disidentes políticos
poco antes de la visita de Obama, ordenando una oleada de detenciones para
vaciar las calles de disidentes, incluidas más de 50 Damas de Blanco, que
simplemente reclaman de forma pacífica la libertad. Como es obvio, hechos
similares, represiones tales, no se dan en ningún país democrático del mundo y,
como es obvio, la mayoría del pueblo cubano espera que, cuanto antes, hechos
similares no vuelvan a darse en su país. En todo caso, la visita de Obama a
Cuba, bien puede servirnos para reflexionar sobre lo fácil que es perder la
libertad y una vez perdida lo difícil que resulta volver a recuperarla. El
putrefacto régimen cubano, al igual que sucedía con el régimen franquista, y al
igual que sucede en países como Venezuela, entre otros, se cae a pedazos por la
pésima gestión social, política y económica, pero hasta su último estertor
sigue sembrando de violencia, más o menos disimulada, todo lo que toca
atropellando los derechos humanos individuales y colectivos de forma
sistemática. No es mal momento para... (sigue leyendo en
Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario