Finalizada la ronda de
consultas, convocada por Sánchez para su investidura como Presidente de
Gobierno, el gallinero político en que se ha convertido España tras las últimas
elecciones generales sigue incluso más revuelto que al principio, cuando, al
menos, se esperaba que los partidos nítidamente democráticos y
constitucionalistas, frente a quienes pretenden romper el orden constitucional
con el riesgo de instalar el caos, serían capaces de ponerse de acuerdo con el
partido más votado (en este caso el PP), como es tradicional en nuestra ya no
tan joven democracia, para garantizar la urgente y necesaria gobernabilidad.
Vana esperanza y vana ilusión tras asistir al desencuentro (llamarlo encuentro
sería mentir a los ciudadanos) entre Rajoy y Sánchez, los gallitos hegemónicos
de momento en el turbulento gallinero, que pretenden el mando individual del
corral, cuando ninguno de ellos tiene fuerzas suficientes para semejante reto
al ser ambos claros perdedores electorales, mientras otros gallos en pleno
desarrollo cacarean de forma estridente, para aprovechar la pelea de quienes,
en pleno declive, como han decidido los ciudadanos, debieran sentarse para
apaciguar conjuntamente el ingobernable corral y, si son incapaces de hacerlo,
dejar paso a otros gallos o gallinas afines, que los hay en sendas filas,
capaces de entenderse entre ellos, en vez de quedarse ambos, al margen de quien
consiga vencer pírricamente al otro, cacareando y sin plumas, a merced de
gallitos ajenos en plena ascendencia que simplemente buscan prolongar su
manifiesta decadencia. En efecto, sin acuerdo PP-PSOE, único binomio
constitucionalista con amplia mayoría para emprender con solvencia la solución
de los graves problemas que tiene España, sólo cabe, en el mejor de los casos,
la quimera de una gobernabilidad de derecho pero no de hecho, pues, sin el
concurso de cualquiera de ellos, es una entelequia emprender reformas
constitucionales, que requieren mayorías cualificadas de dos tercios (233
escaños) o tres quintos (210 escaños) en el Parlamento, y, por tanto, venderla
como... (sigue leyendo en
Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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