Sin lugar a dudas muchos
de nuestros políticos han aprendido (o quizá ya lo sabían) a sobrevivir como
tales con una cara dura, que se la pisan, para utilizar altas dosis de
demagogia sin sonrojarse, pues cualquier otra persona decente sería incapaz de
salir a la calle con la cabeza alta si estuviera inmerso en algunas de sus
bochornosas situaciones. En efecto, la caterva de presuntos chorizos y hábiles
demagogos, que incluso se permiten dar lecciones de ética y coherencia en los
medios de comunicación, pululan sonrientes delante de nuestras narices para
tomarnos el pelo como si fuéramos imbéciles, haciéndonos percibir una realidad
distinta a la que vemos con el único objetivo de inducirnos a un irrealismo
mágico que les permita esconder sus manifiestas miserias, sus fechorías, sus
incoherencias y, en definitiva, su evidente incompetencia e irresponsabilidad
para gobernarnos. Amparados en su peculiar vara de medir, lo ancho para mí y lo
estrecho para el contrario, idénticos hechos o situaciones pueden ser
diametralmente diferentes en cada momento y lugar, al extremo de que, por
ejemplo, determinados comportamientos corruptos, idénticos cualitativa y cuantitativamente,
sean, según los casos, errores o irregularidades bienintencionadas o flagrantes
delitos adrede que, elevados de la anécdota particular militante (ovejas
negras) a la categoría general partidaria (partido corrupto), hasta puedan
servir como argumento político descalificatorio para justificar el rechazo a
alianzas políticas de tipo programático con unos u otros, según convenga; o, al
extremo, de que idénticas iniciativas políticas o ciudadanas puedan ser, según
los casos, benéficas decisiones y comportamientos de calidad democrática o
maléficas finalidades y perversas actitudes de índole totalitaria. En
definitiva, el diseño intencionado de una realidad virtual para que todo
parezca lo que no es y así... (sigue leyendo en
Blog Ojo crítico, http://jcremadesena.blogspot.com.es/)
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