A caballo entre un
desconcertante 2019, que agoniza, y un preocupante 2020 recién nacido se hace
público a bombo y platillo el pacto definitivo de Gobierno de coalición PSOE-UP
con el que, según dijo el propio Sánchez recientemente, “no podrían dormir
tranquilos ni él ni el 95% de los españoles” y anteriormente, en 2014, afirmó
que “ni antes ni después el Partido Socialista va a pactar con el populismo
porque es el camino de la Venezuela de Chávez”, tan admirada por los dirigentes
de Podemos, sus aliados ahora. Esperemos pues que Sánchez, por su propio bien y
el de la inmensa mayoría de españoles, se equivoque una vez más (lo suyo es
rectificar) y, a diferencia de los venezolanos, los españoles podamos dormir a
pierna suelta a partir de ahora, pues, al final, y en contra de lo que dijo, no
sólo ha pactado dicho gobierno con el populismo sino que, además, ha acordado
con el nacionalismo y el secesionismo totalitario la investidura que posibilite
la puesta en marcha de este, según él mismo, nefasto gobierno que, de momento,
no nos conduce a la Venezuela totalitaria y arruinada de Chávez, sino más bien
a una España rota pues, a diferencia de lo establecido en nuestra consensuada
Constitución, se encamina a hacer a los españoles cada vez más desiguales y
menos solidarios territorial, económica y políticamente. Una España rota
definitivamente que, por el bien de todos, ojalá sepan enmendar los ciudadanos
con sus votos antes de que sea demasiado tarde pues el camino iniciado apunta
peligrosamente hacia un final poco esperanzador y plagado de incertidumbres. No
en vano hasta los regionalistas, que apoyarán a Sánchez en su entelequia, se
justifican diciendo “nosotros llegamos ahora; otros llevan cuarenta años con el
qué hay de lo mío” e intentan rechazar que se les responsabilice del pacto con
ERC. Y no les falta razón, la miopía política de sucesivos gobiernos españoles,
tanto socialistas como populares, apoyándose a cambio de prebendas en
nacionalistas vascos y catalanes (entonces nacionalistas y hoy claramente
secesionistas) cuando no obtenían mayorías suficientes en el Congreso de los
Diputados, ha llevado a otros partidos (hoy regionalistas y mañana ya veremos)
a la vía reivindicativa, insolidaria y atomizadora, de la confrontación con el
Estado para obtener, como los nacionalismos, los objetivos territoriales que se
plantean, germen inequívoco de futuros nacionalismos imparables, lo que
consolida un proceso atomizador, egoísta e insolidario, muy peligroso de cara
al futuro. Y lo grave del asunto es que, cuando España está más amenazada que
nunca por los totalitarismos populistas y secesionistas, el candidato Sánchez decide
apalancar su futuro gobierno de coalición con el apoyo de quienes no están por
la labor de consolidar nuestro democrático Estado de Derecho sino por la de
destruirlo definitivamente, en vez de apostar por soluciones futuras
encaminadas a consolidar las instituciones democráticas, la división de poderes,
la igualdad de los españoles y el respeto más escrupuloso de la legalidad
vigente, lo que anima a los regionalismos incipientes a sumarse a un pernicioso
proceso que nos conduce al caos, en pleno reparto de prebendas a unos y otros a
cambio de una patética investidura y una incierta gobernabilidad futura que
puede saltar por los aires a la primera de cambio. Sánchez, tras conseguir la
colaboración de Bildu, PNV y ERC, junto a otros partidos regionalistas, para
garantizarse una pírrica victoria en su paupérrima investidura tiene claro que..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/).
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