Es obvio que en
democracia es el pueblo quien decide su propio destino, aunque luego los
partidos políticos, si los ciudadanos no le otorgaron a ninguno de ellos una
mayoría parlamentaria suficiente para gobernar, decidan, en el ejercicio de su
responsabilidad y de su libertad, conformar las alianzas necesarias entre ellos
para materializar gobiernos estables o inestables (¡allá ellos!), pues, al
final, de lo que hagan dependerá el futuro de cada uno y, en definitiva, el de
todos los ciudadanos. Por eso, tras cada proceso electoral, y finalizadas ya
las demagogias y los mantras utilizados para captar votos, no caben medias
tintas, sino tomar decisiones que, sin duda, los ciudadanos tendrán en cuenta
de cara al futuro, asignando a cada quien el grado de responsabilidad o
irresponsabilidad sobre lo que decidan. Ya no cabe modificar reglas ni
procedimientos (si gobierna la lista más votada, si quien consigue más apoyos parlamentarios,
si se aísla a partidos radicales extremistas….etc etc), pues todo eso había que
haberlo acordado antes y, si no se hizo, ahora cada partido, cada grupo
parlamentario, responde de sus actos y puede tomar las decisiones que considere
oportunas, sabiendo que de su acierto o error dependerá el grado de apoyos
ciudadanos futuros, y que de los argumentos, coherentes o no, demagógicos o no,
que utilice para justificar su definitiva decisión, dependerá su futura credibilidad.
Es lo que sucede en estos momentos en Andalucía (como ya ha sucedido en otras
CCAA, municipios e incluso en elecciones generales), donde los andaluces han
decidido no otorgar mayoría suficiente a ningún partido político, con lo que, o
se va a nuevas elecciones o se configura un Gobierno, más o menos estable,
dentro del abanico de posibilidades de alianzas, entre las que PP y Ciudadanos
han decidido sellar un acuerdo para gobernar en la Junta, pero, como entre
ambos no consiguen una estable mayoría parlamentaria, dependen de algún otro
partido (PSOE, Podemos o Vox) y, parece ser, que sólo Vox se presta a ello,
frente a las pretensiones del PSOE, el partido más votado, que no consigue
apoyos de nadie tras haber apostado todos los partidos durante la campaña por
“el cambio”, es decir, por el desalojo del Gobierno de Susana Díaz. El cambio
pues, se impone en Andalucía y, tras duras negociaciones entre PP y Ciudadanos,
ya se han dado los primeros pasos, con un previo acuerdo de programa de
Gobierno de coalición (y no sólo de apoyos parlamentarios) y con la
conformación de la nueva Mesa del Parlamento andaluz que presidirá Marta
Bosquet de Ciudadanos, gracias a los votos de PP, Cs y Vox, mientras Podemos
monta una pataleta renunciando a un puesto en la Mesa y PSOE, que tendrá dos
puestos, sigue con el mantra del “pacto de la vergüenza” que, utilizado ya en
campaña, ha echado del poder a Susana, quien, por cierto seguirá como diputada,
y coloca en la Mesa de la Cámara a la diputada Verónica Pérez, famosa por haber
dicho que era la “máxima autoridad” del PSOE cuando Pedro Sánchez fue desalojado
de la dirección. Entretanto el...... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/).
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