lunes, 31 de diciembre de 2018

ADIÓS, 2018; HOLA, 2019

                        Procede despedir 2018, un año preñado de insólitos e inesperados cambios políticos en España, para dar la bienvenida a 2019, un año electoral por excelencia que presagia notables incertidumbres. Atrás queda pues un año caracterizado por hechos jamás experimentados a lo largo de nuestra ya no tan joven democracia como es, entre otros, el triunfo de una insólita moción de censura y el pertinente desalojo del Gobierno, para dar paso a otro que sólo cuenta con 84 escaños en el Congreso; la insólita investidura de un President-marioneta en Catalunya a las órdenes de quien, fugado de la Justicia, se autoproclama como tal y, como tal, se le presta pleitesía en su refugio exterior mientras los miembros de su Govern, presos o fugados, están siendo procesados y acusados de gravísimos delitos como la rebelión; o la insólita alternancia política en Andalucía por vez primera en democracia gracias a la fuerte irrupción de un partido de extrema derecha que la posibilitará. Y, tras ello, se abre paso otro año, necesariamente electoral, plagado de incertidumbres sustanciales que obliga a los partidos políticos a redefinir sus estrategias, conscientes de que cualquier error, cualquier metedura de pata sustancial, puede truncar sus expectativas futuras. En efecto, el socialista Sánchez busca tiempo para consolidar su precario Gobierno y pide a sus ministros que resistan como sea al menos hasta el otoño a pesar de la más que probable desaprobación de sus Presupuestos para 2019; el popular Casado se marca la “vía andaluza” para llegar a Moncloa sin chocar frontalmente con Vox, eufórico tras su éxito electoral en Andalucía; el naranja Rivera busca cierta equidistancia para entrar en futuros gobiernos locales o autonómicos pactando a derecha o izquierda; el populista Iglesias fía casi todo su futuro al tirón femenino de Montero ante la evidente sangría de votos de su formación política, como se ha constatado en los comicios andaluces, y el estancamiento de su popularidad en el liderazgo de la coalición morada; y Abascal, el extremo opuesto de Podemos, aspira a conseguir esos dos millones de votos que le permitan, como en Andalucía, inclinar el “vuelco” a la derecha en toda España. Entretanto, los secesionistas catalanes, sabedores de que los tiempos se agotan y con el juicio del “procés” a la vuelta de la esquina, quedan obligados a tomar decisiones lo antes posible y a recomponer, al menos en apariencia, su resquebrajada unidad para dar la sensación a sus seguidores de que, como bloque totalitario indestructible, pueden salir del callejón totalitario sin salida en el que solitos se han metido, pues el paripé de un inexistente “diálogo” sobre lo imposible, democráticamente hablando, al que se presta el precario Gobierno de Sánchez, no puede durar eternamente sin materializarlo en cambios concretos o en ofertas viables (previa renuncia al totalitarismo hipernacionalista) que ni depende del Presidente del Gobierno ni del President de la Generalitat ya que, en todo caso, exigiría el consenso de amplias fuerzas políticas españolas mayoritarias y, en definitiva, el de casi todos los españoles, incluidos los catalanes, para iniciar con ..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/).

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