martes, 21 de noviembre de 2017

VENENO NACIONALISTA


                        Dice Jean-Claude Juncker que “el nacionalismo es veneno”, que él no acepta “que las regiones vayan contra las naciones” y “menos aún fuera de la ley”, que “los dirigentes catalanes no deben subestimar el apoyo a Rajoy en Europa” y que nunca tuvo “la sensación de que el populismo se hubiera esfumado; sigue ahí”…. y el Presidente de la Comisión Europea lleva toda la razón, pues, basta asomarse a la Historia para darse cuenta de que el nacionalismo, y especialmente cuando se hace radical y populista, es un veneno letal para la convivencia en paz, la libertad, la fraternidad y la igualdad; un letal veneno social y político que ha provocado a lo largo de la Historia las mayores cotas de muerte, violencia y ruina a los seres humanos y especialmente a los europeos en el siglo pasado. Basado en postulados místicos irracionales, como si se tratara de una religión sectaria y excluyente o como una secta diabólica, el nacionalismo radical busca un efecto adormidera en las gentes, basándose en el odio y rechazo a los demás a quienes hacen responsables de todos los problemas que su cerrado grupo padezca y ponen la nación como indiscutible dogma de fe al que hay que supeditar cualquier otro aspecto individual o colectivo. Obviamente, ante semejante irracionalidad, poco importa la legalidad establecida, la razón, la realidad o el mero sentido común, que serán rechazados sin argumento alguno desde el momento en que supongan un obstáculo para conseguir sus mesiánicos fines, lo que inevitablemente les conduce al totalitarismo más repugnante. Se pondrían poner muchos ejemplos, pero, dada su lamentable actualidad, baste el procés soberanista catalán para ratificarlo: por más evidencias que haya de que Barcelona haya perdido desgraciadamente ser la sede de la Agencia Europea del Medicamento por culpa de la crisis provocada por el independentismo, Puigdemont sostiene que la culpa es del 155, es decir de haber aplicado la legalidad, que él no respeta, y recuerda a Franco que, como él, hizo lo propio. Pero ¡cómo iba la UE a darle semejante privilegio a Barcelona cuando la Generalitat pretendía sacar Cataluña de la Unión tal como le advertían por activa y pasiva desde las instituciones europeas si mantenían el procés! Desgraciadamente el veneno nacionalista, el independentismo, ha hecho pagar un alto precio a Barcelona (y por supuesto a Cataluña y al resto de España), que antes del ilegal referéndum partía como clara favorita y ahora cae en la primera ronda de votaciones (a pesar del esfuerzo de las autoridades españolas) por las incertidumbres políticas, siendo la gran beneficiada de semejante envenenamiento nacionalista la ciudad de Ámsterdam que será la sede de la Agencia y, en detrimento de la capital catalana, se beneficiará como tal de los casi mil empleos directos y de la posibilidad de atraer a unas 1.600 empresas.  Ni la demagogia, ni el cinismo de Puigdemnot pueden.... (sigue leyendo en

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