La comparecencia de
Artur Mas ante la Justicia para depurar las responsabilidades que pueda tener
por la ilegal celebración del famoso referéndum del 9-N, como se intuía, ha
derivado en un evento digno del más puro totalitarismo. Artur Mas, acompañado
de 400 alcaldes, vara de mando en alto, pertenecientes a la Asociación de Municipios
independentistas (muchos de ellos investidos gracias al apoyo del PSC), que
acumulan más de 300 denuncias ante la Justicia por mociones soberanistas y por
colgar la bandera ilegal “estelada” en sus ayuntamientos (¡qué estaríamos
diciendo si a algún alcalde se le ocurriera colgar la republicana o la del
aguilucho!), comparece nervioso, según testimonios, ante la Justicia (sabedor
en el fondo del alcance irresponsable de su conducta como gobernante) de la que
se burla después en la calle y, mientras con manos temblorosas durante su
declaración judicial se reconoce instigador político del 9-N, responsabiliza de
su ejecución a los voluntarios para intentar sacudirse al menos la acusación de
desobediencia, el delito más grave que se le imputa, para mostrarse luego
dispuesto a incumplir la ley si es inhabilitado, usando su declaración para
redoblar el pulso al Estado de Derecho. Con todo tipo de triquiñuelas, a las
que nos tiene acostumbrados, sostiene que “la Fiscalía no es independiente en
su actuación en este procedimiento”, contestando el Fiscal que “es tan
imparcial como cuando se opuso a retirar las urnas el 9-N” y replicando el
president en funciones que la Fiscalía “está dirigida por el Gobierno, los
fiscales catalanes se opusieron”, replicando de nuevo el Fiscal que “la
Fiscalía rige su trabajo exclusivamente por imparcialidad”, rifi-rafe que al
final se zanja a indicación del abogado de Mas, quien se niega a responder a
las preguntas del Fiscal y de la acusación particular. Es obvio que se siente
mucho más cómodo siendo escoltado hasta el Tribunal por los 400 alcaldes, con
actitudes tan totalitarias como las suyas, y amagando con incumplir la sentencia,
comportamiento típico de los fascistas. En definitiva, como sostienen algunos,
un verdadero golpe de Estado civil al que sólo le faltarían las armas para
consolidarse, mientras la mayoría se pregunta qué más debe hacer Mas para ser,
como mínimo, inhabilitado como gobernante en un Estado de Derecho Democrático.
Con toda seguridad en cualquier otro... (sigue leyendo en
Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es)
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