Sin lugar a dudas, es la noticia nacional del
día y así lo recogen las portadas de todos los diarios. Mariano Rajoy despeja
por fin la incógnita de las candidaturas de Madrid, zanjando así todo tipo de
especulaciones y aliviando los nervios, para bien o para mal, de sus
compañeros. En efecto, tras dejar caer a Ignacio González o sacrificarlo, que
viene a ser lo mismo, elige a Cristina Cifuentes como candidata a presidir la
Comunidad de Madrid y a Esperanza Aguirre como candidata a la alcaldía de la
capital de España. Dos mujeres valientes y decididas para dar la batalla más
difícil como es Madrid, sin lugar a dudas algo bastante más que ganar o perder
una comunidad o un ayuntamiento. Para la Comunidad ha primado, a la hora de
decidir, el “caso ático” y el temor a nuevas revelaciones, como apunté días
atrás; y para el Ayuntamiento, el éxito de Esperanza en todas las encuestas que
la situaban en el primer lugar y la preferida respecto a otros posibles
aspirantes. Mantener a González, a quien Cospedal comunica su descarte por
teléfono, conllevaba asumir un riesgo peligroso e innecesario, por más que él,
tras conocer la noticia, lamente que “la campaña orquestada haya condicionado”
la decisión de Rajoy y sea sustituido por la Delegada del Gobierno con todas
las bendiciones desde Génova. Sin menoscabar en ningún momento la presunción de
inocencia, como en el resto de personas, tal como está el patio, siempre es
mejor aplicar el dicho clásico de que “la mujer del César no sólo ha de ser
honrada sino parecerlo”, y, por las noticias publicadas estos días (al margen
de sí se deben a campaña orquestada o no), González, de entrada, aunque sea
honrado (todos dicen lo mismo) no lo parecía, por lo que afrontar el PP una
campaña electoral bajo el murmullo de que “cuando el río suena, agua lleva” no
era políticamente lo más correcto. Acierto pues de Rajoy en la decisión final
para que, al margen del color político que tenga cada quien, sean ... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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