Las primeras investigaciones del trágico
accidente aéreo en los Alpes dan un giro radical a las primeras hipótesis sobre
las causas del mismo. Ni fallos técnicos, ni errores humanos, ni fenómenos
meteorológicos, ni atentado terrorista… simplemente que un demente pilotaba el
A320, por extraño que parezca. Tras la salida del comandante de la cabina “cuando
se quedó solo, el copiloto accionó el comando de descenso” y tal como queda
grabado en la caja negra, tras dicha loca decisión, “se oye al capitán llamar a
la puerta y exigir que le abra, sin respuesta” mientras “se escucha una
respiración en la cabina hasta el impacto final”, por lo que el Fiscal concluye
que el copiloto “tuvo la voluntad de destruir el avión”. Un descenso voluntario
de diez minutos hasta estrellarlo contra un talud. El joven Andreas Lubitz, que
así se llama el copiloto, tenía problemas psicológicos desde hacía tiempo y
estaba de baja médica el día del siniestro, inhabilitado por tanto para volar,
ya que el correspondiente parte médico, hecho pedazos, ha sido encontrado en su
casa por la policía. Lo había ocultado a la empresa, para poder volar. Y
mientras tanto se van conociendo más detalles sobre la biografía de Lubitz, y
surgen más y más preguntas sobre si dicha locura se podría haber evitado. Según
su novia con la que iba a casarse y que le había abandonado, hecho que agrava
su ya inestable personalidad, y según testimonios de amigos y compañeros, el
copiloto era un joven amable de clase media que desde edad temprana estaba
obsesionado con volar, había interrumpido su preparación como piloto durante
seis meses en 2009 por depresión, lo que, supuestamente, había superado después
hasta lograr su objetivo, aunque tenía problemas psicológicos desde hacía años, y ahora “sufría
una grave depresión”. Ahora, cuando se conocen estos detalles, nadie se explica
cómo es posible que la compañía no reaccionara ante este largo historial
depresivo del piloto, cómo fue capaz de superar todas las pruebas para serlo y
cómo nadie puso semejante cuadro clínico en conocimiento de las autoridades
pertinentes. Es obvio que algunos controles han fallado estrepitosamente,
desencadenando un debate sobre si urge que jamás quede sólo un piloto en la
cabina durante el vuelo, si hay que endurecer las pruebas de acceso al pilotaje
de aviones y los controles posteriores y otras tantas y tantas medidas
tendentes a mejorar la seguridad de los pasajeros en el medio de transporte más
seguro que existe. Al final, obviamente, todo es mejorable, pues la perfección
no existe, aunque, en todo caso, nunca se podrá evitar... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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