Con un balance de
152.446 infectados y 15.238 fallecidos (la peor tasa de mortalidad del mundo),
así como 52.165 altas médicas (único dato realmente positivo) no se puede, ni
se debe sacar pecho por parte de ningún Gobierno y, menos aún, cuando, siendo
minoritario, comparece en el Congreso de los Diputados para pedirle a la
oposición que le respalde una prórroga en el ya concedido “estado de alarma”,
que le otorga plenos poderes, y para que apoye unos decretos socio-económicos
unilateralmente aprobados en el Consejo de Ministros sin previa negociación.
Que le pregunten a Rajoy cuando tuvo que afrontar la gestión de la anterior
crisis económica, heredada de Zapatero y enmarcada en una crisis global, en
medio de las lógicas críticas de la oposición de entonces (hoy en el poder) en
aquellos momentos delicados, aunque no tanto como los de ahora. Ni aquella
crisis, ni ésta, son imputables a los gobernantes de turno, a los que simplemente
les toca gestionarlas, con aciertos y errores como es lógico, siendo siempre los
gobiernos gestores los principales responsables de la gestión y de la habilidad
para concitar consensos necesarios y amplios respaldos, que faciliten la salida
de las crisis de la mejor manera posible. Para ello se requiere autocrítica
(ningún gobierno es perfecto) y asumir las críticas de la oposición (a veces
exageradas, inconvenientes e incómodas), rebatiéndolas, en todo caso,
respetuosa y razonadamente, desde la humildad y la serenidad, especialmente si,
tratándose de gobiernos débiles y minoritarios, necesitan su apoyo para sacar
adelante las soluciones que proponen. Pues bien, todo lo contrario de lo que
acabamos de ver en el Congreso de los Diputados con motivo de la petición a la
oposición por parte del Gobierno de Sánchez de respaldo a una nueva prórroga
del estado de alarma, que el PP apoyaba, a unos decretos económicos, que el PP
rechazaba, y a otros sociales, sobre los que el PP se abstenía, obviamente,
todo ello sin renunciar a su derecho y obligación de criticar al Gobierno con
mayor o menor dureza. En efecto, Sánchez y el PSOE optaron por la peor de las
formas en el Congreso tendente a concitar ese respaldo parlamentario a sus
propuestas y Sánchez, alardeando de su gestión sin autocrítica alguna, desafía
a Casado, el líder de la oposición, mientras además le exige respaldo total a
sus pretendidos “Pactos de La Moncloa”, para, seguidamente la portavoz
parlamentaria socialista llamarle “indigno”, “desleal” e “incompetente”,
provocando que el líder popular rechazara tajantemente dichos pactos porque
“han dinamitado todos los puentes con sus insultos” y se limitara a apoyar la
prórroga del “estado de alarma”, absteniéndose en las medidas sociales y
rechazando las económicas, al extremo de que el Gobierno sólo logró sacarlas
adelante con más abstenciones que síes. Mal asunto pues para la gestión de un
Gobierno que, gracias a la oposición, consigue prolongar el estado de alarma
hasta el 26 de abril, que anuncia en sede parlamentaria que seguramente tendrá
que solicitar en su momento otra prórroga más allá de ese día y que tendrá que
afrontar la gestión de una inminente crisis económico-social de consecuencias
incalculables, que requerirá sin duda un consenso político-social y económico
difícilmente asequible con estas formas inaceptables de tratar a una oposición
que necesita dada su debilidad parlamentaria y el rechazo incluso de algunos de
los que le auparon al poder. Sánchez optó erróneamente por...... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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