Salvo que las distintas
instituciones y poderes del Estado español tomen las riendas para reconducir lo
antes posible la situación, podemos concluir que España está abocada a
convertirse en un Estado fallido, si es que ya no lo es, cuando se trata de uno
de los primeros Estados modernos europeos constituidos tras el ocaso de la Edad
Media. El tiempo para remediarlo se agota, tal como demuestran, entre otras
cosas, los últimos sucesos en Cataluña que, en la práctica, viene actuando a su
aire y contra la legalidad española vigente, que todos los españoles (incluidos
los catalanes) nos dimos en su día, y lo hace desde las propias instituciones
catalanas cuyos poderes emanan de la Constitución, que quieren finiquitar
definitivamente actuando al margen de ella. Es obvio que ningún Estado democrático
soporta tamañas afrentas que conducen al suicidio institucional colectivo y al
totalitarismo político más indecente. Sin embargo en España, tras la detención
y posterior puesta en prisión de varios miembros de los CDR, acusados de
presunto delito de terrorismo con fines secesionistas, el President Torra,
quien debiera ser el primero en defender la ley y en respetar la separación de
poderes del Estado, se pone de parte de los presuntos terroristas y carga en el
Parlament contra la democracia española a la que quiere destruir, jactándose
además de no retirar la pancarta del balcón de la Generalitat en favor de los
procesados por los graves acontecimientos del 1-O, verdadero golpe de Estado
institucional, mientras los secesionistas en el Parlament, extralimitándose en
sus funciones y competencias, retoman la vía de la desobediencia y en un bronco
pleno, en el que por denunciar que se ampare a los acusados de terrorismo es
expulsado Carrizosa, el portavoz de Ciudadanos, principal partido de la
oposición, aprueban, entre otras lindezas totalitarias, amparar a los acusados
por terrorismo y exigir su puesta en libertad, expulsar a la Guardia Civil de
Cataluña por “atemorizar a la ciudadanía y coartar la protesta” y avalar el uso
de la “desobediencia civil e institucional” contra el Tribunal Supremo cuando
éste está a punto de emitir la sentencia por el “procés”, con lo que la
insurrección se instala de nuevo impunemente en la Cámara Legislativa de
Cataluña. Además, cuando por fin la dichosa pancarta en favor de los presos del
1-O es retirada por orden judicial del balcón de la Generalitat por parte de
dos operarios, el totalitario Torra se burla de nuevo de la Justicia y coloca
una nueva pancarta, en este caso, apelando a la libertad de expresión, cuando,
como President de la Generalitat, él debiera haber sido el primero en cumplir
la resolución del TSJC. Todo un desafío infame e intolerable al Estado de Derecho
y, por tanto, a la Democracia, que esencialmente se ha de sustentar en el
respeto a la Ley, democráticamente establecida, que nos hace a todos iguales, y
en el acatamiento a las resoluciones de los tribunales de justicia, encargados
de juzgar las conductas delictivas con todas las garantías procesales para los
acusados como es el caso, así como en el estricto cumplimiento de las
competencias encargadas a las distintas instituciones del Estado en sus
diversos ámbitos territoriales o áreas de actuación encomendadas. Por
muchísimas menos motivos, en cualquier otro.... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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