Desde hace bastante
tiempo no pocos dirigentes del PSOE vienen apostando inútilmente por una
Federación socialista más en Cataluña, similar a las del resto de CCAA,
despojadas de la componente nacionalista que siempre caracterizó al PSC,
asociado, que no integrado, al clásico PSOE y, en los últimos tiempos,
incuestionable director del proyecto territorial sanchista. En efecto, jamás
prosperó en las filas socialistas españolas la idea de evitar dejar huérfano de
un proyecto socialista democrático moderado, válido para todos los territorios
de España, al electorado progresista de izquierdas catalán, propiciando que el
socialismo nacionalista catalán, o nacional-socialismo catalán (como prefieran,
depende de si ponen el acento en lo socialista o en lo nacional), derive en una
enfermedad política crónica dentro del socialismo democrático español, al
extremo de que, últimamente, haya ido mutando en preocupante cáncer político
con el sanchismo, por el que los nacional-socialistas catalanes apostaron
fervientemente desde su aparición para reemplazar al clásico socialismo español
no nacionalista y vertebrador de España, condicionando e impidiendo así que los
socialistas españoles, incluidos los catalanes, que también los hay, puedan
ofertar a toda España, incluida Cataluña, un proyecto común y uniforme,
progresista y socialdemócrata o socialista democrático moderado, claro y
contundente, y despojado de células cancerígenas nacionalistas y, sobre todo,
garante de impedir en el futuro una posible metástasis al resto de territorios
del Estado español que lo dejaría con tremendas secuelas o incluso podría
llevarlo a su desaparición. Por ello es urgente y esencial que, de cara a estas
elecciones, el sanchismo diga alto y claro, sin ambigüedades, qué va a hacer con
el asunto prioritario del secesionismo catalán, si es que consigue seguir
gobernando en España. Todos los españoles, incluidos los catalanes, tienen
derecho a conocer los propósitos de Sánchez al respecto para poder depositar su
voto con conocimiento de causa y no tener que lamentarse después inútilmente,
siendo preocupante que en la presentación de su programa, desvelando nada menos
que 110 medidas, no diga ni una palabra sobre su plan para Cataluña, ni cite
siquiera el nombre de la Autonomía, ni diga si mantendrá el fracasado y
bochornoso diálogo con el secesionismo totalitario que le llevó a convocar las
elecciones, sin aludir al conflicto territorial ni responder a la demanda de si
indultará o no a los procesados secesionistas en caso de que sean condenados,
aunque, eso sí, aparcando de momento su idea del “carácter plurinacional del
Estado” y, en genérico, apostando por fortalecer las autonomías; en definitiva,
un olvido sospechoso y preocupante del problema primordial que de cara al
futuro tiene España. Y para avalar las sospechas de los partidos
constitucionalistas, va Iceta, el líder de los social-nacionalistas catalanes
(para que nadie se enfade con el término nacional-socialistas), y pone la
guinda, diciendo que si “el 65% de los catalanes quiere la independencia, la
democracia deberá encontrar un mecanismo”, es decir, que si hay una mayoría más
o menos cualificada de catalanes por la independencia, que no de españoles, el
Estado debe concedérsela. Olvida Iceta que la soberanía es del pueblo español,
y, si no lo olvida pero está dispuesto a apostar por ella, ya debe empezar el
sanchismo a proponerle a los españoles una modificación sustancial de la
Constitución para que, si.... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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