Definitivamente el
Tribunal Supremo condena a Iñaki Urdangarín a cinco años y diez meses de
prisión y le da de plazo cinco días para que ingrese voluntariamente en la
cárcel que él decida; una condena previsible al apreciar el Alto Tribunal que
usó su privilegiada posición en la Casa Real (yerno del anterior Rey Juan
Carlos I y cuñado del actual Rey Felipe VI) como “trampolín institucional”,
aunque le rebaja la pena inicial en instancias inferiores al no apreciar delito
de falsedad en documento público, lo que, en todo caso, no le libra de su
inminente entrada en la cárcel. Ante la citada sentencia el actual Rey Felipe,
su cuñado, manifiesta, como siempre hace, el “absoluto respeto a la
independencia judicial”, puesta tantas veces en entredicho y de forma injusta e
interesadas por no pocos profetas del caos con la intención de socavar los
pilares básicos de nuestra democracia, homologable con las democracias de
nuestro entorno. El mediático y polémico “caso Nóos”, que ha hecho derramar
verdaderos ríos de tinta, concluye además condenando, entre otros, a Torres, el
socio de Urdangarín, y a Jaume Matas, que ya ha entrado en la cárcel de
Aranjuez, y rebaja la responsabilidad civil de la Infanta Cristina a la mitad,
mientras los constitucionalistas aconsejan no rehabilitarla en la Casa Real. A
Urdangarín y a sus colegas de aventuras delictivas les quedaría, en última
instancia el recurso al indulto o al amparo del Tribunal Constitucional,
opciones poco probables dado que el Gobierno no suele estar por la concesión de
indultos para estos casos (y menos aún tal como está el patio) y dado a que
durante el larguísimo procedimiento judicial, desde principio a fin, se han
respetado escrupulosamente, como es habitual en España, todos los derechos de
los procesados, por lo que la propia defensa de Urdangarín ya ha descartado
estos recursos. Urdangarín por tanto goza de sus últimos días en libertad y, al
igual que otros delincuentes, por importantes que sean socialmente, deberá de
pagar por sus delitos cometidos. La Justicia, aunque lenta, es inexorable, por
más que algunos intenten denigrarla. Quienes por activa y pasiva dijeron desde
el inicio que la Infanta no sería sentada en el banquillo y posteriormente que
su marido no entraría en la cárcel, deberían pedir ahora perdón a la opinión
pública y gritar a los cuatro vientos que se equivocaron, salvo que lo hicieran
intencionadamente con el objetivo perverso de.... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/).
No hay comentarios:
Publicar un comentario