Como era de esperar, a
medida que se acerca la fecha de celebración del esquizofrénico referéndum
independentista, los funcionarios se rebelan ante su manifiesta ilegalidad, que
reconocen hasta algunos partidos que lo apoyan, por lo que secretarios e
interventores municipales subrayan que serán “siempre fieles a la Constitución
Española”, mientras los sindicatos exigen garantías de que los empleados
públicos “no tendrán que acarrear con las consecuencias del 1-O”. Por su parte los
políticos, salvo quienes nítidamente se ponen del lado de la Legalidad y, por
tanto, de la Democracia (como PP y Ciudadanos), andan enredados en demagógicas
propuestas que van desde el apoyo incondicional al totalitario referéndum (como
la CUP, ERC o PDeCat) hasta su rechazo con matices y ambigüedades calculadas
sobre el “procés” (como el PSOE-PSC), pasando por quienes demagógicamente lo
apoyan como protesta pero no como referéndum (como los populismos incardinados
en IUPodemos, Compromís, Mareas, el partido de Colau y compañía). En efecto,
Sánchez, que rechaza el referéndum, se dispone, para contentar a los
soberanistas y sobre todo al PSC, a presentar el viernes más dinero y una
reforma constitucional, seguramente a la carta para el acomodo del catalanismo
separatista, en una oferta a Puigdemont en tres fases a “corto, medio y largo
plazo”, que incluirá más inversiones, mejor financiación y abrir la Comisión de
la Carta Magna, pretendiendo convencer al totalitario independentismo con el
argumento de que Alemania y Bélgica tienen “naciones sin Estado”, cuando saben,
en todo caso, que la pretensión del catalanismo es crear precisamente un Estado
propio desgajado del Estado Español. Por su parte, Colau cede definitivamente a
las presiones y colaborará con el referéndum, poniendo el Ayuntamiento de
Barcelona a su disposición y comprometiéndose a dar “todas las facilidades para
que el uno de octubre tenga el máximo éxito”, en tanto que Iglesias la respalda
y llama a los ayuntamientos catalanes a “facilitar por todos los medios” la
votación ilegal. Y, mientras Rajoy invocará el Estatut para frenar a Puigdemont
(la Abogacía del Estado defenderá ante el Constitucional que la Ley del
Referéndum vulnera el articulado de la norma institucional catalana y,
obviamente, la Constitución de la que emana), éste quiere que su
vicepresidente, Junqueras, sea máximo responsable de la consulta… Pero, amigo
mío, ¿quién le pone el cascabel al gato? La respuesta es obvia, Junqueras
rechaza la generosa oferta de Puigdemont para que coordine el referéndum y sólo
aceptaría a condición de implicar a los consejeros del PDeCat, en tanto que a
ls que se les ha consultado exigen garantías de que no está en peligro su
patrimonio. Ya ven, “la pela es la pela”. Y entretanto la Generalitat trata de
evitar además que Artur Mas, quien junto a tres exconsejeros se enfrenta a una
responsabilidad de 5´1 millones de euros, pague el gasto del esperpéntico 9-N
mediante un escrito al Tribunal de Cuentas por el que atribuye a los
funcionarios la autorización del coste de la consulta. Ya ven la calaña de
estos... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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