Al igual que cuando
Pablo Iglesias escracheaba a los políticos y les impedía hablar y expresarse
con libertad, siendo entonces criticado por ello por cualquier persona que se
considerara demócrata, sólo cabe ahora salir en defensa del escracheador tras
haber sido escracheado en la Complutense por un grupo ultra radical de
izquierdas que no le deja hablar, cuando la libertad de expresión es básica
para convivir en paz y libertad y siempre ha de respetarse y protegerse, tanto
cuando es favorable a tus intereses como cuando no lo es. Impedir o dificultar
la palabra, la libertad de expresión, es un indicio claro y genuino de
ramalazos totalitarios indeseables que en todo momento hay que rechazar y
repudiar, vengan de donde vengan, y, por ello, cabe el rechazo contundente al
escrache sufrido por Iglesias, con idéntica intensidad que lo merecía en su
momento el escrache que él practicaba, amordazando la libertad de expresión
como método para escalar en el poder. En efecto, radicales de izquierdas (cuando
se juega al radicalismo siempre los hay más radicales y ultras que tú), al
grito de “¡Fuera vendeobreros!” impiden hoy a Iglesias expresarse y desarrollar
con normalidad una conferencia y le hacen recordar al Vicepresidente del
Gobierno los tiempos en que él mismo lideraba los escraches cuando era un
ambicioso profesor interino y tachaba a toda la clase política como “casta”,
erigiéndose en salvapatrias y exterminador de la misma; hoy, instalado él mismo
en el “establishment” de forma sólida y cómoda, es criticado severamente por
buena parte de aquellos a los que encandiló y luego desencantó y sigue
desencantando, y lo hacen con el argumento de ya “no sois de izquierdas, sólo
chupáis del cuento”; ayer y hoy, el mismo escenario, la Universidad Complutense
de Madrid, pero con los papeles cambiados. Es la deplorable consecuencia lógica
por utilizar como argumento político la demagogia extrema con el único fin de
desbancar al poder establecido para instalarse en él, tal como Iglesias y los
líderes de Podemos han venido haciendo a lo largo de su corta historia, pero
ello no justifica en ningún caso que alguien aplauda ahora a quienes, como él
hizo en su día, se dedican de forma incivilizada a amordazar la palabra, por
más que con su demagógica trayectoria algunos se lo tengan más que merecido y
por más que algunos otros caigan en la tentación de aplicarle la misma medicina
que ellos aplicaron en su momento. Por tanto, desde el punto de vista
democrático y por mera higiene democrática, rechazo absoluto al escrache
sufrido por Pablo Iglesias en la Complutense y apoyo total a que el
Vicepresidente, como cualquier otra persona, se exprese con absoluta libertad
cuándo, cómo y dónde considere oportuno, cabiendo sólo la crítica argumentada a
sus palabras por parte de quienes no compartan lo expresado por él. No es
cuestión de izquierdas o de derechas, sino de democracia o totalitarismo. Si de
esta experiencia Pablo Iglesias es capaz de aprender que no se puede ir por la
vida vendiendo humo o prometiendo imposibles, alardeando de incoherencias
personales y políticas entre lo que se hace y lo que se dice, o entendiendo que
una cosa es predicar y otra dar trigo, no habrá mal que por bien no venga con
este intolerable escrache que acaba de sufrir en su propia universidad, en la
Complutense (tal como en su día lo sufrieron, entre otros, Rosa Díaz o el
mismísimo Felipe Gonzáles, a quienes Iglesias, entre otros, pretendía amordazar);
si de esta experiencia...... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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