El legítimo derecho de
Pedro Sánchez a ser investido por ser el líder del partido más votado, salta
por los aires en el momento en que para conseguirlo está dispuesto a pagar
cualquier precio sin reparar en las graves consecuencias que tendrá su ambición
para la gobernabilidad del Estado, para la estabilidad democrática de España,
para su entramado territorial y para la solvencia de su propio partido, el
PSOE, totalmente irreconocible con el partido que, junto al PP, ha protagonizado
la vida política durante nuestra ya madura democracia bajo los principios de
igualdad entre todos los españoles, moderación y respeto escrupuloso a lo
establecido en nuestra Constitución de 1978. Ni es cierto que los españoles
hayamos elegido una “investidura Frankenstein” con el concurso de
secesionistas, filoetarras y nacionalistas radicales, ni un “gobierno de
coalición” con populistas y filocomunistas de Podemos por el mero hecho de que,
haciendo un juego de bolillos contra natura, sumen los números en el Parlamento
para conseguirlo por la mínima, gracias a una serie de cesiones intolerables
que hacen saltar todas las alarmas y casi imposible la posterior gobernabilidad
de España a base de chantajes de todo tipo. Pero Sánchez, llevado por su
desmedido ego y ambición, lo tiene claro: nada con PP y Ciudadanos, todo con
ERC y Podemos, pasando por el resto de partidos territorialistas, ya sean de
izquierdas o de derechas, siempre que estén dispuestos a vender sus votos a un
PSOE dispuesto a comprarlos al precio que sea. Al efecto, mientras desde la
misma noche electoral Sánchez optara por el abrazo sorpresivo con Iglesias,
hasta 36 días después ni se ha dignado en recibir a Casado, líder del segundo
partido más votado, para finalmente recibirlo en Moncloa y comunicarle su
chantaje: abstención del PP y apoyo de Ciudadanos a su investidura a cambio de
nada si no quieren que siga entendiéndose con los secesionistas; paradójicamente
cuando en 2016, Rajoy convocó a Sánchez para intentar negociar una serie de
reformas a cambio de facilitar su investidura, éste, enrocado en su “no es no”
y “en qué parte del no, no entiende”, dijera entonces tras aquel encuentro “la
reunión de hoy ha sido una reunión prescindible con la única intención de no
ofrecer nada y la clara intencionalidad de culparnos”…..es obvio que el
subconsciente delata al líder socialista, pues de forma nítida y clara es lo
que ha buscado finalmente al convocar en Moncloa a la lideresa de Ciudadanos,
Arrimadas, y al líder popular, Casado, quien, hasta en cinco ocasiones le
preguntó, sin respuesta alguna, si estaba dispuesto a romper con Iglesias, como
había prometido en campaña electoral, para buscar otra fórmula de investidura,
pues, según Casado, propiciar el gobierno radical de coalición PSOE-Podemos
supondría el “suicidio” del PP. Y mientras Arrimadas se negaba igualmente a dar
un “sí” a un “gobierno radical” e insistía en buscar, sin Podemos, la vía 221
(los escaños de PSOE, PP y Ciudadanos) Sánchez enterraba definitivamente la vía
constitucional, reafirmándose en su pacto con Podemos, ERC y Bildu, e
insistiendo en negociar la abstención de ERC como única vía para evitar
terceras elecciones, mientras Ábalos urgía a Esquerra a apoyar la investidura
“antes de que se frustre”. Por su parte, un Iceta pletórico tras haberse
llevado al PSOE al terreno nacional-socialista del PSC, respondía a las tímidas
críticas de algunos barones socialistas que “lecciones, las justas”; es obvio
que en este nuevo PSOE las lecciones las....... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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