Nadie duda de que los
españoles tendremos que enfrentarnos en los días próximos a retos históricos de
primera magnitud que convierte este otoño en un periodo complicado ya que, en
buena parte, el futuro inmediato de nuestro país dependerá del desenlace de los
mismos. La inminente sentencia por el intento de golpe de Estado en Cataluña,
la inminente exhumación del dictador Franco y unas elecciones generales que
desatasquen la gobernabilidad del Estado tras un peligroso bloqueo político-institucional,
y todo ello en un ambiente de amenaza de recesión económica, no sólo española
sino internacional, son problemas de suficiente entidad que exigen altas dosis
de responsabilidad por parte de nuestros políticos, pues de su forma de proceder
dependerá en buena medida el futuro inmediato de España, de su estabilidad
social, política y económica, así como de su consolidación democrática y
territorial. Y en este reto colectivo no valen regates cortos de conveniencias
partidistas, ni cálculos electoralistas para salir del paso con el objetivo de
ganar una batalla, las elecciones, pues el reto, el objetivo esencial, es ganar
la guerra que nos ha declarado el totalitarismo y para conseguirlo es necesario
que los ciudadanos pongan toda la carne en el asador, siendo implacables a la
hora de exigir la aplicación de la legalidad democrática vigente a quienes
actúan al margen de ella, según decidan los tribunales de Justicia; siendo
exigentes a la hora de desenmascarar el uso partidario con fines electoralistas
de lo que es y debe ser una adecuada aplicación de las reglas de juego
establecidas y, por tanto, un acierto de todos; y siendo inteligentes a la hora
de optar en las urnas por aquellos que con mayor nitidez aboguen por la defensa
del Estado de Derecho sin ambigüedades calculadas ni equidistancias entre
quienes defienden las reglas de juego democráticas que nos hemos dado y quienes
las desacatan, incluso desde las propias instituciones del Estado. No obstantes,
es bien fácil de entender: en el asunto de la sentencia del Supremo, guste más
o menos a unos u otros, sólo cabe acatarla con todas las consecuencias,
entendiendo que, como otras muchas sentencias sobre otros muchos asuntos, se
trata sencillamente, en caso de condena, de imponer el pertinente castigo a
delincuentes por delitos probados con todas las garantías procesales
establecidas; en el asunto de la exhumación de los restos de Franco, guste más
o menos a unos u otros, se trata sencillamente de aplicar una resolución del
Congreso de los Diputados, sin ningún voto en contra, cuya ejecución compete al
Ejecutivo, siempre que lo haga, como es el caso, con absoluta sintonía con las
pertinentes resoluciones judiciales y con absoluta objetividad; y en el asunto
de las posteriores elecciones se trata sencillamente de estar atentos a las
propuestas de los distintos partidos políticos, a la viabilidad o no de las
mismas, y a las demagogias e incoherencias de sus respectivos líderes, con el
objetivo de ir a las urnas con el mayor conocimiento de causa para evitar
opciones poco deseables, aunque, en democracia, el pueblo es soberano y, por
tanto, dueño de sus errores y aciertos, pues, al fin y al cabo, es quien paga
luego las consecuencias. Ya ven, un otoño complicado, tras .... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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