En plena precampaña
electoral y en plena efervescencia del secesionismo más radical y totalitario
se cuela la exhumación de los restos del dictador Franco del Valle de los
Caídos y su inhumación posterior en el cementerio de Mingorrubio en El Pardo,
desatando absurdamente filias y fobias cuando debiera tratarse de un acto con
absoluta normalidad en cumplimiento de una decisión del Congreso de los
Diputados sin ningún voto en contra y con los parabienes del Poder Judicial,
correspondiendo al Ejecutivo de turno llevarlo a cabo. Así debiera haber sido
si nadie, absolutamente nadie, hubiera entendido que podría obtener réditos
electorales con el asunto, en una sociedad en la que el 64% de los votos que
irán a las urnas el 10-N es postfranquista, pues la mayoría del censo electoral
no había nacido o tenía menos de quince años cuando el dictador murió
tranquilamente en su cama sin haber sido derrocado (una de las grandes
diferencias si lo comparamos con otros dictadores como Hitler o Mussolini,
entre otros) y, por tanto, con sus partidarios en plena vigencia, entre ellos
buena parte del Ejército de entonces. Dicen los expertos que PSOE y Vox serán
quienes más rédito electoral saquen del asunto; yo no lo sé, pero sí sé que es
una indecencia y una irresponsabilidad resucitar con fines electorales los
fantasmas de uno u otro bando después de más de cuarenta años y, más aún,
enturbiar y desacreditar el complejo periodo conocido como La Transición,
reconocido como modélico en su momento por todas las instancias nacionales e
internacionales, que dio paso de una dictadura a una democracia sin
derramamiento de sangre, gracias a un dificilísimo esfuerzo de consenso en el
que tirios y troyano tuvieron que dejarse muchos pelos en la gatera renunciando
a muchos objetivos en favor del supremo fin de que los españoles vivieran
libremente y en convivencia pacífica. Y es precisamente en este consolidado
escenario democrático, surgido de la Transición, cuando se dan ahora todas las
condiciones para exhumar los restos del dictador….y punto. La anomalía está en
el uso partidario que cada quien quiera hacer, incluso arremetiendo contra
aquel loable espíritu de reconciliación que hicieron sus padres y abuelos para
que hoy gocemos de las mayores cotas de libertad, paz y progreso de toda
nuestra historia. Por ello sobran los homenajes al dictador por parte de algunos
nostálgicos y sobran declaraciones sobredimensionadas y rimbombantes como que
con la exhumación “se pone fin a una afrenta moral” o se “empieza a dignificar”
la democracia y cosas por el estilo, que implícitamente suponen el descredito
de un sistema democrático, homologable con los del resto de Europa, y del
ingente esfuerzo de quienes en los años setenta hicieron posible conseguirlo.
Por ello toda la oposición, tanto de derechas como de izquierdas, por unas u
otras razones, tachan al Gobierno de Sánchez de “electoralismo”, pues sus
previos anuncios gubernamentales de discreción para la exhumación no encajan
con las varias horas de ceremonia en directo en la televisión pública, ni con
los 500 periodistas acreditados para el evento, dando lugar a que la Junta
Electoral avisara de que Sánchez no puede “patrimonializarla” ni “exhibirla
como un logro”. Y es que, al final, el Gobierno decidió convertir el traslado
en un espectáculo mediático televisado lo que ha provocado una..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/).
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