Sin lugar a dudas a
Pedro Sánchez se le podría aplicar (y, por el bien de España, ¡ojala que yo me
equivoque!) el dicho popular de “quien mal anda, mal acaba”, pues su
trayectoria política está plagada de ocurrencias y despropósitos, al igual que
sucediera con Zapatero, su antecesor socialista, con quien, como ya sabemos, la
fiesta acabó como acabó, tras despilfarrar el dinero público con demagógicas e
inasumibles decisiones o resquebrajar la débil estructura territorial del
Estado con promesas imposibles de cumplir a los nacionalismos, como aquella
patética e irresponsable apuesta de apoyar en el Congreso todo lo que viniera
del Parlament de Catalunya sin tener competencia alguna para poder hacerlo. En
efecto, Pedro Sánchez, el “demócrata” que lleva sin comparecer en el Parlamento
desde hace seis meses, mientras PP y Cs le piden que comparezca, entre otras
cosas, por el bochornoso espectáculo del caso Open Armas (a cuya ONG
propietaria del barco el Gobierno advierte de sanciones por el rescate en el
Mediterráneo), ensimismado en su sobredimensionado ego, se comporta como si, en
vez de ser Presidente de Gobierno en funciones y contar con un exiguo apoyo
parlamentario de solo 123 escaños, tuviera una mayoría absoluta y pudiera
decidir a su antojo en la toma de decisiones con amplio apoyo popular. Y además
actúa sin tener en cuenta que el volumen de exportaciones españolas se hunde en
plena guerra comercial (tal como le avisan las empresas, hartas de la falta de
un Gobierno estable, culpando a la inestabilidad política de la parálisis de
las ventas al exterior en el primer semestre del año); sin reparar en que, tal
como apuntan los indicadores, se avecina una crisis económica internacional y
hay que adoptar medidas sólidas con amplios apoyos parlamentarios para
afrontarla; sin entender que, como Presidente, aunque sea en funciones, tiene
la urgente responsabilidad de buscar aliados parlamentarios solventes para
finiquitar lo antes posible este periodo de interinidad gubernamental, en el
que, al parecer se siente tan a gusto; sin asumir que asuntos de Estado como la
financiación de las CCAA o el desafío secesionista ya no pueden esperar más; o
sin reconocer que, en definitiva, los amigachos que él mismo eligió para
desalojar a Rajoy con su nefasto “no es no” (populistas, separatistas,
radicales, antisistema…..todos ellos poco fiables y con ramalazos totalitarios),
pueden aportarle a lo sumo (como sucediera en la moción de censura) una pírrica
victoria en su investidura, pero no garantizarle la gobernabilidad sólida que
el Estado Español requiere para afrontar los graves retos, internacionales y
nacionales, planteados. Así las cosas, es patético ver, por ejemplo, que
Podemos, ERC o Bildu, sus hipotéticos avalistas de su investidura, avivan las
movilizaciones contra la cumbre del G-7, que se celebra en Biarritz, con el ex
etarra Otegi, la prófuga Rovira y diputados de Podemos, protagonizando los
actos de protesta, mientras casi 7.000 ertzainas, guardias y policías blindan
la frontera y el Presidente en funciones estará en la cumbre avalando lo que
sus “contrasocios” quieren destruir. Un desencuentro flagrante, otro más, entre
Sánchez y sus socios preferidos que no sólo..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/).
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