Como era de esperar,
como sucede siempre cuando el pueblo llano y sencillo es convocado a
manifestarse por causas justas, la convocatoria a la marcha antiterrorista en
Barcelona, refrendada en otras ciudades españolas (como en Madrid, por
ejemplo), con el lema “No tinc por” (“No tengo miedo” en castellano, para
quienes no tengan la suerte de dominar ambas lenguas oficiales de España con
idéntica soltura), ha sido todo un éxito con más de 500.000 personas en la
calle enfrentándose con un gesto de valentía y repulsa a la miserable violencia
terrorista yihadista. Pero, como era de esperar también, conociendo la calaña
de sus protagonistas, los soberanistas totalitarios y sus comparsas no han
dejado de aprovechar la ocasión de intentar adulterar la marcha prostituyendo
los objetivos de rechazo al terrorismo yihadista con la exhibición de
“esteladas” (bandera no oficial de los independentistas catalanes, cuando la
bandera oficial de Cataluña es la señera), estratégicamente concentradas (ya
ven, por casualidad) en la cabecera de la marcha donde estaban las principales
autoridades del Estado como el Rey o el Presidente del Gobierno, a quienes
curiosamente abucheaban los portadores de las mismas, estandartes del
totalitarismo más rancio, dando un espectáculo bochornoso intolerable de
intransigencia y falta de respeto, no ya a Felipe VI o a Mariano Rajoy, sino al
Jefe del Estado y al Presidente del Gobierno, quienes, junto a Carles
Puigdemont, President de la Generalitat, representaban las más altas
instituciones del Estado, junto al resto de autoridades que habían acudido al
evento. Cierto que, una vez superado tan estratégico tramo de concentración de
autoridades y de unos centenares de banderas esteladas (compitiendo con las
españolas y las señeras, que también las había y cuya lógica presencia, como
banderas oficiales, representaba, sin mayores connotaciones políticas, a todos
los españoles, incluidos los catalanes), la gigantesca marcha ciudadana
recobraba su autenticidad, ya sin manipulación política alguna, dando sentido al
objetivo único para el que había sido convocada o, al menos, para lo que decían
los organizadores haberla convocado. Ni las víctimas mortales de los atentados,
casi de cuerpo presente todavía; ni el dolor de sus familiares y amigos,
víctimas igualmente de la barbarie; ni los centenares de miles de ciudadanos
honrados y honestos que acudieron a manifestar su repulsa por semejante
tragedia y su solidaridad con las familias afectadas; ni las diversas fuerzas
de Seguridad del Estado, de los Servicios Sanitarios y el Voluntariado, que
afrontaron las consecuencias del caos en primera línea; ni las autoridades
legítimas de las diversas instituciones del Estado Español, que unánimemente
acudieron a la concentración como representantes democráticos de la ciudadanía;
ni, en definitiva, el pueblo español en
su conjunto (incluido el catalán) y, especialmente, los barceloneses que
sufrieron el horror repugnante del yihadismo más de cerca, merecen tan ruin
intento de adulteración por parte de una minoría violenta, totalitaria y
agresiva de clara corte fascistoide del signo que sea, incapaz de entender ni
en los momentos más trágicos que el motivo único de la convocatoria era una
manifestación de repulsa y de unidad, sin fisura alguna, sin ningún pero ni
distorsión, contra semejante barbarie. Boicotear la marcha unitaria, tal como
han pretendido estas minorías totalitarias de corte fascista, es el mejor
regalo que han podido hacerle a los fanáticos yihadistas y el mayor daño
posible a la convivencia en paz y libertad de todos los españoles, incluidos
los catalanes y, especialmente, los que viven en Barcelona o Cambrils.
Esperemos que, cuando llegue el momento, los... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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