La obligada necesidad
del pactismo cuando ningún partido político obtiene mayoría absoluta para
llevar a cabo sus programas de gobierno, bien sea en municipios, comunidades
autónomas o en el Gobierno central, pone en evidencia la desvergüenza política
pactista al desdeñar los acuerdos programáticos (que debieran ser el principal
objetivo, tras asumir las pertinentes renuncias a los programas de cada uno en
pro de un programa pactado viable) y poner el acento en las cuotas de poder personal
de los intervinientes, con el objetivo de apalancar una coyuntural investidura,
si es necesario mediante engaños y vanas promesas, para que, iniciada la
inestable gobernabilidad, todo salte por los aires convirtiendo en acérrimos
enemigos a quienes aparecían como leales colaboradores. Lamentablemente, cuando
pactar supone asumir las consecuencias inherentes de qué y con quién se pacta,
explicándolo a los ciudadanos para que lo entiendan, nuestros políticos se
dedican a todo lo contrario, intentando hacer ver que lo que hacen no parezca lo
que hacen y que los contrarios, cuando hacen lo propio, actúan mal mientras
ellos actúan bien. Sólo con este descarado cinismo cabe entender, por ejemplo,
que el PP se niegue a nombrar en el Ayuntamiento de Madrid a “concejales de
gobierno” de Vox para no soliviantar a Ciudadanos, necesario en la conformación
de las pertinentes mayorías; que el PSOE se niegue a nombrar en el Gobierno de
Sánchez a ministros de UPodemos y, en vez de “gobierno de coalición”, se
invente el término de “gobierno de cooperación”, para no espantar a posibles
coyunturales apoyos de otras opciones no secesionistas en la investidura; que
Ciudadanos y PSOE no se entiendan en algunos lugares, como Madrid, y sí en
otros, como en Castilla-La Mancha, pactando sin ningún problema; que el PSOE
pacte un gobierno de coalición con Colau y con el apoyo de Valls, para evitar
el gobierno de ERC y la alcaldesa populista-socialista inmediatamente cuelgue
en el balcón del Ayuntamiento un lazo amarillo reivindicando, como los
secesionistas, la libertad de los presos golpistas del 1-O; o que el PSOE se
incline en Navarra por pactar un gobierno con los abertzales y el apoyo de
Bildu en vez de facilitar el de UPN, desechando sus propuestas, con el objetivo
de garantizarse los votos de la derecha peneuvista de cara a la investidura de
Sánchez. Con tan irresponsables y cínicos planteamientos, no extraña que, nada
más conformarse los nuevos gobiernos locales, muchos de los pactos salten por
los aires, los reproches y acusaciones afloren por todas partes, peligren los
procesos de acuerdos para conformar gobiernos autónomos, varíen las
expectativas de apoyos para la investidura de Sánchez, se anuncien mociones de
censura a gobiernos locales recién constituidos y otras incongruencias por el
estilo, mientras los ciudadanos, que acabamos de votarles en las urnas, nos
decepcionamos más y más ante la intolerable incapacidad de quienes, gracias a
nuestro voto, tienen la ineludible responsabilidad de conformar gobiernos
estables, claros y trasparentes, con programas precisos y concretos, que busquen
siempre el bienestar general en vez de las...... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista,
http://jorgecremades.blogspot.com.es/),
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