domingo, 24 de febrero de 2019

DEMAGOGIA O UTOPÍA

                        Dice el Rey Felipe, y con toda la razón del mundo, que “no es admisible apelar a una supuesta democracia por encima del Derecho” y, saliendo al paso de los pretextos de Torra y de los acusados del “procés” para justificar el ilegal 1-O, añade en pleno juicio sobre el totalitarismo secesionista que “hay que garantizar la dignidad de la persona por encima de los sentimientos nacionales”, volviendo a hacer frente, una vez más, a la mentira del separatismo, pues la dignidad de la persona pasa, entre otras cosas, por no atropellar su libertad mancillando sus derechos individuales y colectivos que, como tal y como miembro de una sociedad libre y democrática, tiene reconocidos expresamente, ya que, como dice el Rey, nuestro Jefe de Estado, y cualquier demócrata convencido, “sin leyes no puede haber democracia, sino demagogia”, desmontando las soflamas del independentismo que tanto daño están causando a todos los españoles y muy especialmente a los catalanes. No en vano al Rey Felipe le acaban de otorgar el Premio Mundial de la Paz y la Libertad de la Asociación Mundial de Juristas por “el papel fundamental de la Monarquía parlamentaria española y su inquebrantable compromiso con el Estado de Derecho”, una especie de premio Nobel de la Justicia que en sus 55 años de historia sólo han recibido tres personalidades: Churchill, Mandela y René Cassin, el redactor principal de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y es que la convivencia pacífica y libre entre las personas y los pueblos sólo cabe dentro del marco democrático constitucional que nos hemos dado, pues fuera del mismo y al margen de sus procedimientos nos moveríamos, como hace el secesionismo totalitario unilateral, entre la demagogia (falsas promesas populares pero difíciles de cumplir y procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política) y, en el mejor de los casos, la utopía (sistema ideal de gobierno concibiendo una sociedad perfecta y justa donde todo discurre sin conflictos y en armonía; es decir, un plan o deseo aparentemente atrayente para la comunidad pero alejado de la realidad y, por tanto, improbable que suceda o que se realice en el momento de su formulación); en definitiva, una entelequia (situación perfecta e ideal que sólo existe en la imaginación), como el anarquista principio libertario que aboga por el “orden sin autoridad”, lo que no tiene ni pies ni cabeza al tratarse simplemente de un sueño o una quimera que se desvanece en el instante de despertar o, en caso contrario, se convierte en algo muy peligroso al pretender materializarlo de forma unilateral y al margen de la legalidad democrática establecida. Los totalitarismos visiponarios, ya sean militares o populares, de extrema izquierda o de extrema derecha, populistas o nacionalistas, han sido históricamente, y siguen siéndolo, el cáncer de la libertad, del progreso y de la convivencia pacífica, dejando un trágico balance de miseria, opresión, barbarie y muerte que jamás debiéramos olvidar los pueblos libres. Y hoy, más que nunca, la actual España democrática, experta desgraciadamente en indeseables totalitarismos históricos, necesita..... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/).

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