La guerra abierta
entre políticos y jueces por la sentencia de “La Manada” debiera hacernos
reflexionar a todos, pues no podemos seguir así ni un minuto más, siendo
urgente y esencial poner un poco de mesura, cordura y responsabilidad en
nuestros actos y manifestaciones, salvo que queramos cargarnos progresivamente
el Estado de Derecho democrático que tenemos. Mesura, cordura y responsabilidad
son cualidades todas ellas que debieran adornar al común de los mortales, pero
que se hacen esenciales en quienes ejercen un cargo público o tienen una
dignidad legítima. Y, a la vista está, lamentablemente no es así. Tras la
pertinente exigencia generalizada de todos los partidos políticos de reformar
el Código Penal, manifiestamente mejorable y, por tanto, una necesidad
evidente, la mayoría de sus dirigentes, en vez de ponerse a trabajar para ello
y hacer una pública labor pedagógica al respecto (ni es la primera sentencia
incomprensible, ni será la última, pero, como todas, ajustada a derecho con la
legalidad vigente), se dedican a dar palos de ciego (como si se tratara de
meras reivindicaciones electoralistas partidarias de unos contra otros) con
desmesuradas, alocadas e irresponsables declaraciones públicas, enardeciendo
las lógicas protestas ciudadanas (la verdad jurídica, que ha de probarse, a
veces no se corresponde con la verdad percibida o real, que no requiere prueba
alguna), cuando de lo que se trata es de mejorar uno de los poderes del Estado
(en este caso el Judicial, encargado de juzgar las conductas con arreglo a la
ley vigente y con todas las garantías procesales establecidas) y hacerlo desde
el más absoluto respeto a la separación de poderes y a la independencia de los
mismo (esencial en cualquier democracia), lo que obviamente es una
responsabilidad de todos al margen de los colores ideológicos que cada uno
tenga. Justo lo que no se ha hecho, causando, una vez más, un daño irreparable
a nuestro Estado de Derecho democrático, pues, erigidos todos (políticos,
gobernantes y manifestantes) en Tribunal Superior de Justicia, ya hemos
enmendado la plana al Tribunal de Navarra por su decisión condenatoria en
primera instancia (por tanto recurrible) y hemos decidido que el delito probado
es el de violación y no el de abuso sexual y que, por lo tanto, la pena no ha
de ser de nueve años sino de muchos más. Y, para colmo de los colmos, Catalá,
el ministro de Justicia, que debiera ser el más mesurado, cuerdo y responsable,
también arremete contra uno de los magistrados del tribunal navarro, ante su
incomprensible voto particular pidiendo la absolución de los acusados, y sin
apelar, en todo caso, al sistema sancionador o a la vía judicial (si considera
que alguien ha prevaricado), manifiesta públicamente que “cuando todos saben
que este juez tiene algún problema singular, me sorprende que el CGPJ no
actúe”, indignando a la judicatura con esta “temeridad” desde el Gobierno al
extremo de que todas las.... (sigue leyendo en Blog Mi punto de vista, http://jorgecremades.blogspot.com.es/)
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